cuenta regresiva

En EEUU, Alemania, Holanda, España. Chile también. Difícilmente pasa una semana sin que conozcamos nuevos testimonios de víctimas, denuncias contra abusadores y encubridores (personas e instituciones), y procesos de justicia vinculados al abuso sexual infantil (ASI). Por encima de todo, crece cada día un movimiento internacional por el derecho a la justicia y reparación de miles de sobrevivientes que necesitan poder develar lo vivido, sin límites de tiempo, con respeto por su tiempo.

El ASI en cambio no sabe de tiempos. Sigue siendo una realidad feroz e inmensa hoy, ahora, en este milenio. En nuestro país se estima que a diario 50 niños y niñas son abusados sexualmente (y perdón que lo repita tanto) y que seis de cada siete no podrán develar estas vivencias hasta la adultez. ¿Por qué? Por como irrumpe este trauma en el desarrollo infantil, por las limitaciones que enfrentan víctimas indefensas y en dependencia inexorable en su relación con el mundo adulto (toda la niñez y adolescencia), por los procesos de silenciamiento, terror y parálisis, y por un largo y doloroso etcétera al que se suma la prescripción. No falta quien pregunta todavía, aunque cada vez son menos, ¿por qué no hablaron antes, para qué demoraron tanto? Algunas víctimas jamás pueden hacerlo. Nadie elige demorar y nadie debería someterse a preguntas revictimizantes (por ignorancia, o crueldad deliberada). Ningún niño, niña ni adolescente (ningún ser humano) debería ser violado.

Digo “violación” para hablar de ASI, sin aludir a partes del cuerpo específicas; o a formas de asalto que involucran penetración vaginal, anal, bucal, o todas las anteriores. Puedo obligarme a entender que desde la ley, estos marcadores –junto a la intimidación y uso de la fuerza- sean entre otros decisivos para sentenciar culpabilidades, o deliberar una sentencia o castigo. Pero en la experiencia de ASI, lo anterior no alcanza a ayudarnos. Es mayor la complejidad. La magnitud de lo vivido. Los daños heredados.

Recordaba esta tarde, mientras trabajaba en una traducción de “Mi cuerpo es un regalo”, que todo aquello lleno de vitalidad y de voces informantes de la maravilla que es vivir, aprender, sentir, todo eso que podemos desde niños experimentar en el hogar que es nuestro cuerpo, es justamente lo arrasado por el abuso sexual infantil.

No quiero decir que todas las experiencias sean iguales. Desde la psicología contamos con criterios que en algo nos orientan: edad de comienzo y término del abuso, duración de ciclos, quién fue el abusador, qué apoyos o pilares de resiliencia acompañaron esa trayectoria, qué interrumpió el ASI y cuándo (a más temprano, más favorable el pronóstico), cuánto tomó develar, hubo o no episodios de violación (según la definición de la ley), hubo intercesión desde la justicia, la terapia. Lo anterior, entre una variedad de criterios que sabemos no son definitivos porque lo más determinante, repito, lo más determinante –antes de aventurar nada, ni pronósticos, ni estrategias terapéuticas, nada- es el ser humano que debió vivirlo.

Niños y niñas abusadas y explotadas sexualmente pueden a veces tener mayores resiliencias o una mejor recuperación que una niña que atestiguó el asalto de su hermana menor sin poder entender lo que veía ni gritar para pedir ayuda, y esa culpa aniquiló el resto de su vida hasta su suicidio a los sesenta años. Decir que el impacto del trauma, o su tiempo, “es subjetivo” es una obviedad que da rabia señalar, pero las veces que sea necesario habrá que hacerlo para invocar esa mezcla de solidaridad y rebeldía colectivas que permitan no sólo cambiar leyes, sino intentar entender mejor estas experiencias, para prevenir, para cambiar, para cuidarnos, para que no violen a más niños, a nadie.

Me cuesta el verbo violar. Trasgredir, quebrar, lastimar en lo profundo, lo más íntimo. Rasgar, desgarrar. Destrozar. Romper. Expropiar etapas, interrumpir el derecho a crecer. Sabotear el desarrollo sano de agencia, voluntad, consentimiento, y de una experiencia sexual y en el vínculo con el placer –también el placer de vivir- abierta a más caminos y oportunidades que a peligros y heridas. Hiroshima, pensaba cuando niña. Y todavía. Mientras sueño para mi hija menor que pueda vivir aprendizajes, exploraciones, desencantos también, cualquier tránsito donde a la par de los brotes de su albedrío y agencia sexual sea accesible una sensación de confianza y reciprocidad. Que le pregunten si quiere, si no quiere. Que ella pueda preguntar también: a otro ser humano, a sí misma. Que su cuerpo, su ser completo, se robustezcan en esos ensayos. Plétora. En eso pienso. Eso deseo para ella. Cómodo, celeste, afirmativo, el deseo.

No suelto lo que inspira, lo que amerita desobediencia, resistencia amorosa. No me robará más de vida, una sola palabra. Quiero mirarla desafiante, serena, solemne, y desenmascararla, hasta donde me alcancen los años: la violación que ha sido, es y siempre será el abuso sexual infantil, a un ser humano en su integralidad.

El ASI no “ataca” ni rompe algo específico, no distingue criterios anatómicos o de la consciencia. No es algo que “queda en la cabeza” o sólo en la memoria como una suerte de holograma siniestro que debe completarse o ser verbalizado a duras penas, en el contexto de terapia. El ASI ocurre y puede quedarse en quien lo vivió, sin separar cuerpo y mente, consciente e inconsciente, sin eximir los cinco sentidos, los órganos, los músculos y ligamentos, las cuerdas vocales, la piel (los pelitos que la recubren), todo. Desde ahí resurge cuando algo desencadena una revivencia traumática.

Existen tratamientos, terapias unas mejores que otras. Técnicas que pueden reducir un 70% o más de flashbacks (un problema persistente). Sin embargo, la restricción en salud, tal como en la justicia, es desde el acceso. Consulté alguna vez por una terapia para desmantelar la asociación traumática cuerpo-insectos (desde el ASI, polillas, chanchitos, abejas, saltamontes, etc, son todos cucarachas y mi organismo no logra distinguir, no a tiempo). Hace tres años, eran quinientos mil pesos al mes, por al menos tres meses. Ningún sistema de salud cubre eso. Ni contempla cobertura para evaluaciones diagnósticas críticas, o terapia de reparación en niños y niñas que han sido víctimas recientes. El costo material del trauma, junto a toda la carga del daño, también es de las víctimas y de sus familias. Por eso jamás voy a considerar una insolencia ni un exceso que la imprescriptibilidad que se exige ante la justicia, sea tal. Civil, penal, todo lo que sea necesario. Es una demanda básica que se amplifica en distintas latitudes.

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La semana recién pasada, en Philadelphia, CHILD USA reunió a sobrevivientes y familias de víctimas de ASI (vivas y muertas), para pedir a los legisladores que se eliminen los plazos de prescripción de ahora en adelante, y que para los casos prescritos se abran ventanas de retroactividad penal y civil, tal como recomienda el Reporte del Gran Jurado del estado de Pennsylvania (son mil niños víctimas, trescientos sacerdotes abusadores de los cuales sólo dos podrían ser llevados a la justicia “gracias” a la prescripción).

Ese día, conocí a Jessica Howard y Sarah Klein, ex gimnastas olímpicas y sobrevivientes de ASI (cometido por el médico  Larry Nassar). Con dignidad, con paciencia y con incontenible emoción por momentos, relataron en detalle lo vivido no para fundamentar desde el horror, sino para apelar al imperativo ético de cuidar, y a la voluntad de sus legisladores en la urgencia de reparar y proteger. Mientras llovía en la antesala del huracán Florence –con reportes satelitales cada 5 minutos sobre su avance, mengua, puntos de impacto- la pregunta seguía siendo ¿queremos usar las evidencias y el conocimiento del que disponemos sobre ASI para cuidar mejor a las nuevas generaciones? Si la respuesta es afirmativa ¿entendemos entonces que las voces de los sobrevivientes y la concurrencia de abusadores y encubridores ante la justicia son imprescindibles para materializar esa disposición de protección social?

No son preguntas difíciles ni locas. Son muy sencillas. No requieren siquiera compasión, o gracia (como se entiende por algunos el tiempo de las víctimas, mientras no hay reparo para la prescripción), sólo sensatez, sentido común. Podemos dar respuesta, y actuar. Para bien de todos.

Vivimos en un planeta donde los seres humanos llegan al espacio. En Chile, cada vez más, sabemos de niñas, niños, y adolescentes (adultos también) destacados por sus aportes a las ciencias y tecnologías. Mismo país donde nacieron Gabriela Mistral, Vicente Huidobro, Maturana y Varela, y es de apurada (o perezosa) que no sigo con una lista larga y muy inspiradora.

A diario nos informan de invenciones, descubrimientos, persistencias intelectuales revolucionarias. Tiene que haber una forma de trabajar creativamente en las leyes también. Poner las inteligencias a disposición, pensar fuera de la caja. El ingenio está. Las capacidades cognitivas. Entonces todo queda en la voluntad ¿Del lado de quien vamos a estar? y no me refiero únicamente a las víctimas ASI versus el abuso, abusador o la impunidad. La primera solidaridad y adhesión es con nosotros mismos, como humanidad. Necesitamos leyes para el cuidado y bienestar de la niñez, todas las infancias, y también de respeto al tiempo de las víctimas ASI, sobre todo por amor, amor propio, a la vida, a la posibilidad de crecer, evolucionar, remediar daños, desacatar destinos horribles y en cambio entregarse, despiertos y felices (tanto como sea posible), a otros más constructivos desde que llegamos a este mundo.

Si la insistencia ha sido tanta en la justicia y las leyes, es sobre todo como puentes para la prevención y el cuidado. Y prevenir no significa invocar al peligro o al pánico social o a un deslizamiento a formas asépticas o moralinas de relación, hipócritas al final, si no consideran el respeto, la asimetría de poder adultos-niños, y la irrecusable atención en interacciones que pueden ser inequívocas en el cuidado, o confusas, o directamente abusivas. La elección es responsabilidad de cada uno, y ese albedrío podíamos ejercerlo desde la cordura de aspirar a vivir mejor, no peor ni asimilando día por medio historias de transgresión porque durante décadas y todavía, nos ha costado enfrentar el tema. Como si en la negación o la omisión, pudiera desaparecer el abuso. Sabemos que no.

En CHile, la cuenta regresiva comenzó hace mucho, diez años casi, en el empeño por la ley #derechoaltiempo. Ya está aprobada en lo general pero necesitamos precisiones que son un pedido razonable y hasta modesto, frente a la dimensión de los crímenes de los cuales hablamos. Esas precisiones dicen relación con lo que ya ha sido zanjado: la imprescriptibilidad de delitos sexuales contra niños. Si su gravedad y atrocidad han sido, entre muchos otros, argumentos para legislar el fin de la prescripción ¿qué hacemos en relación a las víctimas que se vieron privadas de justicia debido a plazos que aun hoy siguen siendo un impedimento?, ¿es acaso menos grave o menos atroz lo que vivieron, o menos violatorio de su integridad y sus derechos civiles?, ¿es que desoír sus voces disminuye el peligro o la impunidad? No. Mil veces no.

Las respuestas ya nos miran a los ojos, y miran sus relojes trizados, tantas infancias perdidas. En tanto, el abuso no se apiada, atraviesa todo, nuestra historia colectiva desde siempre, la comunidad país que somos. Pero como colectivo, también, llegamos hasta aquí. Esperemos atentos las próximas instancias en el congreso. Septiembre sigue siendo un mes que duele y agita el alma, pero no bajemos la energía en esto, por favor: el 25 es la sesión más cercana., y faltan un par más que no deberían ser largas ni difíciles (no con todos los antecedentes que ya tienen a disposición nuestros legisladores). Podríamos atrevernos a imaginarlas, y hacernos parte, con la misma emoción que seguramente sienten quienes trabajan en la NASA en el conteo justo antes de un lanzamiento al cielo, 3,2,1, pero a la inversa, 1,2,3, los primeros segundos, históricos, conmovedores, de un nuevo ciclo que podríamos, podemos, prodigarnos al fin.   #derechoaltiempo     #todaslasvoces

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Lectura complementaria #derechoaltiempo: Justicia, Amor y autocuidado 

Documentos relacionados con la ley en trámite y discusión de indicaciones a partir de sept en Comisión mixta del Congreso Nacional: disponibles en www.abusosexualimprescriptible.cl