Diversidad sexual y la nueva generación: ¿Cómo hablamos con nuestros niños? (Presentación)
En ésta y las columnas que siguen compartiremos coordenadas muy útiles y precisas, en función de distintas etapas del desarrollo infantil (0-3, 4-7, 8-12 años), para acercarnos al tema de la diversidad sexual y las conversaciones y preguntas que, queramos o no, pueden surgir con nuestros hijos.
Durante el mes de mayo recién pasado, se realizó la Marcha por la No Discriminación. Es una ética preferida en nuestra familia, como en muchas que conocemos, el acercar a la nueva generación muy tempranamente a la mirada sobre los derechos de los niños y de todas las personas.
En marchas anteriores, era yo quien contextualizaba el evento para mi hija menor, de hoy casi 6 años: una “fiesta” para celebrar que somos diferentes y que es muy “rico” tener una familia donde las personas se cuidan unas a otras, sobre todo a los niños. En esta oportunidad, no debí decir nada. Al sacar de un cajón la misma bandera de arcoíris que nos ha acompañado ya en varias actividades, se abrió este diálogo inolvidable:
-“Esa es la bandera de las familias distintas”
– ¿Y qué son “las familias distintas”?
– “Las familias que hablan inglés y español y francés… tienen caras de todos los colores, ojos grandes y también así (haciendo ojos de “chinita”)… y “son” con una mamá y un papá, o con dos mamás, dos papás “enamorados” y con sus hijos.
Vamos por buen camino, pensé, aunque todo evoluciona día a día, y la actualización que se nos pide a las madres y padres es incesante; se siente irrealizable por momentos. Sin embargo, y conforme nuestro país avanza en legislaciones sobre el AVP, el matrimonio igualitario y la adopción homoparental, un tema que nos convoca con la mayor responsabilidad y de forma impostergable, es el de la convivencia, el cuidado mutuo y el respeto a la diversidad que somos.
Este es el primer posteo de una serie –y gracias a El Dínamo- en torno a un tema que me ha comprometido durante más de dos décadas, desde la maternidad y en mi trabajo como psicóloga y educadora. Quizás porque tuve la fortuna, desde pequeña, de entrar en contacto con la diversidad sexual, y de apreciarla y agradecerla en los años que han seguido.
Mi cercanía con mujeres y hombres diversos sexualmente, en el mundo del ballet, me permitió descubrir la existencia de un universo de identidades y afectos del cual nadie hablaba cuando uno era niña (aun hoy en día, en algunos hogares no se menciona). A mis 10, 11 años, sólo había oído términos ofensivos y groseros (chistes o descalificaciones de los adultos), pero sin saber exactamente qué significaban esos nombres o a quiénes aludían.
Cuerpos en movimiento, personas reales y gestos de cariño –“como de pololos”- al salir de la academia, despertaron las preguntas y valoro las respuestas serenas y respetuosas que recibí de algunos adultos. Mi abuela materna, además de homosexualidad, y en un arrebato bastante moderno y trasgresor para su época, me habló también de bisexualidad y el transgénero. Su relato de aceptación venía, no obstante, con una advertencia sombría: “es muy triste la vida de estas personas, se las discrimina, viven en el silencio”. Por distintos motivos, conocía ese territorio. No sería yo quien callara sobre las vidas de otr@s. Los secretos eran agonizantes. Nadie los merece.
Una promesa inocente y juvenil fue luz en tiempos venideros y cobró mayor fuerza a partir de la maternidad. Luego vinieron años como educadora en temas de sexualidad/afectividad y la voz intuitiva se convirtió en voz informada: era preciso conocer más si quería expandir el diálogo con las nuevas generaciones, y especialmente con sus familias. En un contexto diverso –religiones, nacionalidades, etnias, adhesiones políticas, etc.-, la diversidad de lo sexual, paradojalmente, no parecía ser aceptada tan empática o naturalmente como habría sido esperable. Tal vez, porque vivíamos en una región –el sur de EEUU- extremadamente conservadora. O tal vez, porque los desafíos son así: no exentos de paradojas y resistencias, como tampoco de oportunidad y maravilla.
¿Y si mi hij@ fuera homosexual? (por favor leer) No conocemos ni podemos anticipar, al nacer nuestros hijos, qué rutas van a recorrer. Esa pregunta necesaria, planteada dos veces en mi vida, ha sido de tremenda ayuda para la responsabilidad y la humildad que uno debe tener frente a la tarea del cuidado; y la coherencia que debe expresar todo acto y palabra como madre o padre.
¿Y si mi hij@ fuera homosexual? Por encima de todo, es una pregunta irrenunciable si queremos comunicar a nuestros niños que somos incondicionales con ellos, que no deben temer ni callar con nosotros. Estamos aquí para cuando nos necesiten, e importa que mientras crecen y avanzan en su identidad, sepan que en sus padres y madres, su hogar, tendrán siempre un espacio amoroso y contenedor. Ojalá también en su comunidad.
Los niños no “eligen” ser heterosexuales, gay, o bisexuales. Se acercan a conocer y/o reconocer estos sentimientos en sí mismos, poco a poco, a veces más temprano, otras más tarde. Y aun en la heterosexualidad, para niños y niñas las sensaciones pueden ser de extrañeza o torpeza, desconcierto o reconfortante sorpresa, conforme descubren el pulso de sensaciones y emociones que guían el desarrollo de su afectividad/sexualidad, en tanto transitan de niños a jóvenes y adultos. ¿Cómo no vamos a querer acompañarlos de la mejor manera?
Preguntarse por la identidad sexual de los propios hijos, no es sencillo. Recuerdo que lo era menos, veinte años atrás, cuando los prejuicios e intolerancias eran mayores. Y nadie querría que su hij@ llegara a tener una vida más expuesta aun a sufrimientos evitables o violencias como elbullying homofóbico y los crímenes de odio contra la comunidad LGTB. Hoy en día, como otros padres, siento esperanza ante muchos cambios, indetenibles, que auguran tiempos mejores para los hijos de todos. Pero falta trazo firme en el horizonte. La agresión a la sede de Movilh –el pasado mes de mayo- es una señal de nuestra demora, y de la necesidad no solamente de cuidarnos y legislar sobre actos motivados por el odio, sino también en relación a los discursos que lo avalan e incitan. Tarea pendiente.
Mientras tanto gobiernos y legislaciones cumplen con su responsabilidad, en nuestros hogares hacemos lo nuestro. La diversidad sexual es una dimensión imprescindible en la formación humana y el cuidado de la nueva generación, desde dos vectores: pensando en nuestr@s propi@s hij@s y sus vidas futuras, y pensando en el mundo en que van a crecer, el respeto a los derechos humanos, y la construcción de una convivencia alimentada por ese respeto. ¿Cómo abordar nuestra tarea?
En ésta y las columnas que siguen compartiremos coordenadas muy útiles y precisas, en función de distintas etapas del desarrollo infantil (0-3, 4-7, 8-12 años), para acercarnos al tema de la diversidad sexual y las conversaciones y preguntas que, queramos o no, pueden surgir con nuestros hijos. Las palabras están presentes, aun sin saber leer, los niños las escuchan y quieren saber qué significan, a quiénes nombran, qué mundo están señalizando. Seamos nosotros la voz clara, amorosa y justa que proponga y cuide un mundo diverso e inclusivo para la nueva generación. Nos encontramos.