Ética del cuidado y diversidad de las familias: Tres con Tango
Los niños y niñas se orientan de formas distintas a las nuestras: no conocen juicios hasta que se les enseña a juzgar, y contemplan con ojos en todo el cuerpo (y en el alma) sin buscar disonancias, rarezas o contradicciones con las que cuestionar al otro.
Muchas más veces que menos, los niñ@s son capaces de encontrar maravilla en lo que atestiguan, lo que observan de la vida, sin mayores vueltas, nudos ni necesidad de definiciones. Lo que sí necesitan es poder escuchar: al mundo, la naturaleza, las voces de personas que nutren el amor y la seguridad, y por supuesto la “voz” de su cuerpo, su propia voz que informará, poco a poco, distinciones cada más claras –e imprescindibles, vitales- entre bienestar y malestar, amparo o peligro, buen y mal trato, amor a manos llenas o escaso.
Si en sus primeros años, sobre todo, a los niños se les ha prodigado afecto, presencia y cuidado incondicionales, los marcadores serán ésos justamente: lo que protege más o menos; aquí hay más o menos cariño; nos sentimos más o menos seguros, contentos (una forma de tranquilidad frente al no-peligro, el buen trato). El cuidado.
Las proposiciones del cuidado no son cuestionadas por los niños pequeños, simplemente son. Más adelante vendrán otras preguntas, por cierto, pero en la infancia temprana lo que más queda e importa es la idea, el sentimiento, la certeza en el fondo, de que se cuenta con sostén para la vida, para vivir.
Aunque cognitivamente los niños no vayan a elaborar la noción de “requiero protección incondicional para sobrevivir, crecer y desarrollarme saludablemente”, esa necesidad está en cada célula, y la respuesta, cada vez que cuidamos, no sólo permite a los niños sentirse protegidos y seguros, sino que además está nutriendo sus biologías, emocionalidad, y enseñando repertorios indispensables para desarrollar su autocuidado y algún día, ser capaces también de cuidar (a otros, su entorno, sus democracias). Es un trabajo vasto, y de largo aliento, queo comienza desde el día uno de nacidos.
En mi experiencia como mamá, psicóloga y educadora, las historias de animales han sido y siempre son un recurso espléndido para iniciar conversaciones acerca de la ética humana del cuidado tanto desde la perspectiva de la responsabilidad del mundo adulto para con la niñez, como desde la mutualidad del cuidado que nos debemos unos a otros, con la tierra-hogar, y también entre familias diversas.
Frente a la historia de una familia, las señales a las que prestarán atención los niños serán la ternura, la alegría, el cobijo, y la “novedad” de todo lo que puedan aprender y es distinto a sus propias vidas. Por ejemplo, geografías de otros países, o una historia de pingüinos como la que relata “Tres con Tango”.
Tres con Tango, de los autores Justin Richardson y Peter Parnell (aquí enlace a versión online en español para leer en el computador, o proyectar en el aula) es un libro hermoso e indispensable en toda escuela y hogar. Sencillo y muy claro, de una dulzura contagiosa.
“Tres con tango” trata sobre el cuidado y el amor: hay un huevito solo en la vida, y por otro lado dos pingüinos que tienen un nido y el sueño de tener un hijo, de ser familia.
El libro está basado en la historia real de Roy y Silo quienes durante 6 años –y esto es un dato para nosotros, los adultos- eran pareja en el Zoológico de Central Park en Nueva York, EEUU. En las noticias se les conoció como “los pingüinos que salieron del closet” (aludiendo a su orientación homosexual). El libro pone su atención en cómo se da a luz una familia.
Roy y Silo no sólo se querían mucho, jugaban y se acompañaban en todo. Además, armaron un nido y trataron, infructuosamente, de empollar una piedra. Frente a esto, sus cuidadores muy conmovidos, los apoyaron en la experiencia de “adoptar” un huevo pero de verdad (éste había sido abandonado por una pingüina). Se convirtieron en padres de un polluelo que fue llamado “Tango”. Eran una familia.
“And Tango makes three” (su título original) fue publicado por primera vez en 2005 en EEUU, y luego de diez años, podemos decir con seguridad que hoy es -incluso más que hace una década atrás- un recurso educativo valiosísimo e imprescindible. Es para toda edad, pero recomendable muy especialmente para el período entre los 0-7 años (yo lo comienzo a trabajar, desde que apareció, con niños de 2,3 años y hasta los 8,9) y como lectura a ser acompañada por papás, mamás, profesoras/es, etc.
Los niños y niñas responden al libro con naturalidad y emoción, y además con interés por aprender de las vidas de los pingüinos (y otras especies antárticas y árticas, excelente oportunidad de aprendizaje expansivo). Reconocen en el relato los temas de la familia, el amor, el cuidado que se entrega a los hijos. La empatía se moviliza cuando ven que los protagonistas están tratando de empollar la piedra. Cuando nace Tango, el regocijo es igualmente espontáneo y los niños celebran este evento (y se potencia en la lectura con historias acerca de nuestras propias emociones cuando ellos, nuestros hijos, llegaron a nuestras vidas).
Algunas familias, desde las primeras lecturas, abren el tema de la adopción –partiendo por enseñar la palabra que una mayoría de chiquitos no conoce. Es esperable que algunos niños no presten mucha atención a esa distinción y se muestren poco interesados en el significado de “adopción” (no ven diferencias además, entre hijos). Quizás en lecturas sucesivas, con mayor capacidad de comprensión, sí se generen conversaciones más significativas y en general la respuesta de los niños ante el tema, es muy positiva y de alivio y alegría ante la idea de que cachorros, polluelos o niños siempre cuenten con papás y mamás dispuestos a cuidar si es que los suyos no pudieron por algún motivo (¿cómo no alegrarse por la persistencia y la cordura del cuidado?).
Ante la posible pregunta de por qué la mamá pingüina, u otras mamás o papás (de cualquier especie, incluida la humana), no están presentes en la crianza y cuidado de sus hijos, lo importante es ser delicados en no aumentar ansiedades en relación al abandono (por muerte, enfermedad, negligencia, etc), y ver si en función de las características y motivación de cada niño podemos llevar el diálogo más lejos. Pero más necesario que detallar las situaciones que llevaron a que una mamá o papá no pudieran cuidar, lo importante es nuestra insistencia en el relato de adultos humanos, animales, siempre los habrá en todo colectivo, que sí estarán -y deben estar- presentes para proteger, guiar, y cuidar a cada nueva generación.
Es muy enriquecedor también, buscar otras historias que han sido conocidas, de animales de especies muy distintas que se han reunido para cuidar-ser cuidados: tigresa que adopta a chanchito, gorila que cuida a gatito, etc, etc. Desde estas posibilidades hermosas que encontramos en lo diverso, más natural se vuelve la presentación de esa diversidad en las familias y comunidades humanas.
Aquí hay elecciones que podrá hacer cada familia en la lectura y presentación de “Tres con Tango” a sus niños. Por cierto, la diversidad sexual no es una conversación limitada a un libro y en la etapa prescolar está presente –o necesita estarlo- siempre, y no necesariamente, como podríamos pensar, forzando un diálogo sobre homosexualidad, transgénero, etc. A los niños pequeños les interesa más el cuidado y aprender de la vida que nuestras definiciones (nombres) u opiniones adultas sobre distintas realidades.
A las preguntas de los niños, atendemos, escuchamos con calidez, agradeciendo sus preguntas y tratando de explorar qué saben ya (si cuentan con información o ideas previas al respecto de cualquier tema que planteen). Nuestras respuestas se pueden guiar por el principio de “respuesta suficiente”: esto es, una respuesta concisa, pertinente a la edad, comprensión, lenguaje y características de cada niño y niña. Existen coordenadas y recomendaciones muy sencillas y claras para facilitar conversaciones en torno a la diversidad:
- Desde pequeños destacar la diversidad de la vida: floras, faunas, paisajes, colectivos humanos, culturas, tradiciones (vestimentas, viviendas, alimentos, etc) y por supuesto, las familias.
- Las familias son los niños y los adultos papás, mamás, abuelos quienes -junto a otros adultos como profesores, doctores, bomberos, etc.- cuidan, aman, y ayudan a crecer a los más pequeños mientras aprenden todo lo necesario para algún día, cuando grandes, llegar a vivir sus propias vidas. En los seres humanos éste período es más largo que para otros cachorros mamíferos: 18 a 20 años
- Las familias, al igual que todo en la vida, son únicas y muy distintas: las puede haber con una mamá y un papá, con dos papás, dos mamás, o con una sola mamá o un papá solo. Algunas son muy numerosas, otras pequeñas, las hay que viven con abuelos y tíos y primos en un mismo hogar, o están formadas por hermanos mayores que son progenitores de sus hermanos chicos, etc, etc. Existen muchísimas formas de ser y hacer familia, pero todas son semejantes en su deber y deseo de cuidar
- Los niños raramente preguntarían por nociones como “homoparental”, por ejemplo. Pero es posible que pregunten por palabras como “gay” u “homosexual” o “lesbiana” a edades tempranas, de la misma forma en que podría preguntar por “bigbang”, “impuestos”, “tránsito” y otras que escuchan (o que leerán, cuando comiencen a juntar letras).
- Lo importante es la “respuesta suficiente”, clara y acorde a lo que cada niño puede entender y necesita como información.En general, la respuesta suficiente para “gay” etc, aludirá a familias con dos mamás o dos papás. Si los niños son parte, o si desde pequeñitos han compartido siempre con parejas y familias homoparentales -y es, maravillosamente, una realidad de este tiempo, en muchos jardines infantiles y colegios- no habrá mayor novedad ni sorpresa, posiblemente, y ni siquiera muchas preguntas. Lo he visto con alumnos en aula, y también con mi mi hija menor, de 8 años, quien hasta el día de hoy está convencida que “gay” sólo significa “feliz” como en “I feel pretty” de West Side Story (que su hermana mayor siempre ha cantado), pero ha compartido desde su nacimiento con familias homoparentales que son parte de nuestro mundo amoroso.
Cada familia podrá tener diversas preferencias, opiniones, éticas y sistemas de creencias, pero es importante ser precisos en las distinciones acerca de lo que es nuestra historia y marco mental de adultos, y aquello que nuestros hijos necesitan, en el mundo y el tiempo en que han nacido y viven. El tema, por ejemplo, de adopción homoparental es uno que genera preguntas, y también debates, pero lo más importante es primero informarnos bien -en base a evidencias, no prejuicios- y preguntarnos acerca del valor que cada uno y/o como familias (si ya somos una) conferimos al cuidado entre seres humanos y a la posibilidad de que miles de niños que no cuentan con familia ni protección, puedan contar con un par de adultos/as dispuestos a asumir el enorme compromiso de por vida que significa la parentalidad y el afecto y amparo incondicionales que ésta entraña.
La ética del cuidado es una ética de responsabilidad tanto como lo es de amor. Las disposiciones que tenemos a hacernos responsables de hijos -a quienes gestamos, o vimos nacer o con quienes elegimos compartir nuestras vidas, a cualquier edad, sean guagüitas o niños más grandes- hablan muy bien de nuestra especie, de nuestra capacidad de amar, de RESPONDER unos por otros.
En tiempos frágiles y muy desafiantes como humanidad, nuestra solidaridad, respeto e inclinación a cuidar a los más chicos y jóvenes de la manada, de verdad creo son un motivo que llena el corazón de esperanza, o de alguna energía que, cualquiera su nombre, anima y hace bien.
Por supuesto será siempre prerrogativa de cada familia elegir cómo lleva a cabo sus decisiones sobre la crianza y formación de sus hijos, y en qué momento comparte información (no renunciable) con ellos/as. Sin embargo, creo que “Tres con tango” tiene la ductilidad para hacerse espacio en cualquier hogar, de forma luminosa, alegre.
El afecto, el cuidado, la omnipresencia de la diversidad en todo lo que vive, y la resonancia positiva que suelen tener en los niños las historias donde está presente el cariño, entre seres humanos y también -muchísimo, especialmente en primera infancia- entre animales (generando además un sentido de cercanía y buen trato con ellos), son motivos contundentes en favor de la bienvenida de “Tres con Tango”, cualesquiera sean las características de nuestras familias. Además de su contribución en el eje del cuidado ético, este libro aporta un grano de arena -desde los primeros años de vida- a la construcción de una convivencia basada en el aprecio y respeto incondicional por toda nuestra diversidad, y por los derechos de niños y niñas a contar con una familia que los cuide y los quiera.