Entrevista con Álvaro Pallamares 05/02/2017
Vinka Jackson conversó con Álvaro Pallamares, Psicólogo Clínico Infantil de la Universidad Central y Director de Comunicación y Redes de América por la Infancia.
Vinka Jackson conversó con Álvaro Pallamares, Psicólogo Clínico Infantil de la Universidad Central y Director de Comunicación y Redes de América por la Infancia.
Entrevista publicada en La Tercera 31/10/2015
Más temprano que tarde, los padres saben que tendrán que hablar de sexo con sus hijos y, aunque no hay fórmulas perfectas, esta sicóloga, experta en cuidado y prevención de abuso, nos entrega algunas pautas que pueden ayudar a desenredar algunas madejas.
¿De dónde vienen las guaguas? o ¿qué es el sexo? son preguntas que los niños hacen en algún momento, y que pese a que la sociedad se presume más abierta y hay mucho más acceso a toda clase de información, siguen complicando a muchos padres y profesores.
Qué contestar, hasta dónde explicar o qué es lo más adecuado para cada edad son dudas que muchos adultos comparten y que, dadas las últimas cifras del Ministerio de Salud, que muestran un aumento del 74 por ciento en el contagio de VIH sida entre los jóvenes de entre 15 y 19 años, más vale abordar.
A la sicóloga Vinka Jackson la mueve la ética del cuidado. Lleva años llamando la atención sobre el abuso infantil pero, a la par con eso, ha centrado parte importante de su trabajo guiando a familias y docentes en Chile y en Estados Unidos, para que los niños y adolescentes puedan aprender de sexualidad de manera saludable.
La autora del libro Mi cuerpo es un regalo asegura que no hay fórmulas perfectas, aunque hay ciertos conceptos básicos: cuidado, consentimiento y “respuesta suficiente”, una idea que repite varias veces y que apunta a no evadir las preguntas, pero a la vez a no entregar más información de la que un niño necesita. Una idea que parodia un video que utilizan muchos colegios en charlas de educación sexual con padres y que muestra a una complicada mamá dándole una serie de explicaciones confusas y nerviosas a su pequeña hija que le acaba de preguntar qué significa “virgen”, para sólo al final darse cuenta que la niña está mirando una botella de aceite de oliva.
“Muchos padres y madres nos desbordamos o nos restamos, porque existe mucha información y queremos hacerlo bien. Es un real desafío encontrar la respuesta acorde a la edad y a las características de cada niño o niña, que no abra más puertas de las requeridas, pero que tampoco los deje con menos orientación de la que necesitan”, explica la sicóloga.
¿La clave parece ser entonces cuándo y cuánto?
Justamente. No tenemos que apurarnos ni entregar un tratado de sexualidad humana a los cuatro años. El criterio recomendado es información adecuada para cada etapa y orientarse a posponer la edad de inicio de las relaciones sexuales. No desde una lógica conservadora o represiva, sino por cuidado, para dar tiempo de madurar y estar mejor preparados. Esa cadencia me parece sana e inteligente, no cartucha ni irrealista. Y la respuesta suficiente se aplica para todo tipo de preguntas, por ejemplo, ¿de dónde vienen las guaguas? o ¿qué es ser gay?
¿Cómo se logra ese equilibrio?
Una pregunta siempre necesaria es cómo fue o cómo me habría gustado que fuera mi educación sexual y cómo vivo ahora mi sexualidad. Eso nos da una base para hablar con los hijos. El imperativo de educar existe desde el primer día con información correcta y útil, lo que no excluye expresar nuestras opiniones o establecer límites, pero sin juzgar ni negar conocimientos.
Muchas personas que hoy tienen niños chicos se quejan de que ellos no recibieron una educación sexual muy abierta y no tienen un modelo claro ¿cómo pueden enseñarles a sus hijos?
Cierto, nos guiaron poco, o nada. Algo nos llegó desde clases de ciencias naturales y la familia, pero casi siempre en tono negativo: peligro, daños a la reputación, pecado, culpa, embarazos precoces, contagios. Sin mención a la felicidad, el placer, las emociones y menos, al consentimiento. Estoy convencida de que podemos hacerlo mejor con las nuevas generaciones.
¿Cuán teñida está la educación sexual por el tipo de colegio?
Las posiciones morales no pueden superponerse al imperativo de cuidar y educar. Desde una diversidad de familias se puede compartir con los hijos el que “nuestra tradición cultural, o bien, la religión que profesamos recomienda…” e incluso “nosotros como familia preferimos…”, pero esto no puede interferir la entrega de información crítica sobre salud sexual, autocuidado, derechos reproductivos, métodos anticonceptivos y el ejercicio del consentimiento.
Naturalidad y privacidad
Para la sicóloga, en la educación sexual el rol de los padres y madres es fundamental: “Los estudios con niños y adolescentes siguen mostrando que reconocen a sus familias y profesores como fuentes preferidas de orientación en la sexualidad. Después vienen sus pares e internet. Me parece un dato maravilloso que seamos la primera opción”, dice, pero aclara que la educación sexual no comienza con una conversación determinada, sino que desde el primer día. “Desde que nacen, lo corporal y la sexualidad están presentes. Ya estamos educando desde la forma en que nosotros interactuamos con los cuerpos de nuestros hijos o con nuestra actitud cuando ellos comienzan a tocarse, lo que es completamente esperable y por lo mismo no debe prohibirse ni censurarse, pero sí reforzar, en la medida que van entendiendo que existen espacios privados y públicos para distintas actividades. Y lo que es fundamental es que este tiene que ser un esfuerzo integrado entre las familias y los jardines infantiles y colegios”.
¿Cuándo hay que abordar el tema explícitamente?
En la medida que vayan surgiendo preguntas o se vayan instalando temas a nivel familiar o escolar. Si un niño no pregunta nada o muy poco, cerca de los ochos años, es recomendable abrir uno mismo la conversación.
Las familias son distintas y hay algunas que son más pudorosas que otras, hay papás, por ejemplo, que se bañan con sus hijos y otros que se sentirían muy incómodos con eso: ¿cómo se manejan esas variables?
Recordemos que los más chicos repiten lo que ven y lo llevan a otros espacios, incluso con familias que no comparten esas dinámicas. Es necesario respetar la diversidad, pero también evaluar si ciertas prácticas ayudan al autocuidado de los hijos cuando no estamos presentes. La pregunta es de cada familia.
¿Cómo lo hiciste tú con tus hijas?
Hice hincapié en el respeto mutuo, la privacidad del baño, dormitorios, la cama de los grandes y la de los chicos, que el beso en la boca era para las parejas y no con los niños, y si había que bañarse con ellas, lo hacía con traje de baño, uno, por las grandes diferencias entre cuerpos adultos e infantiles, pero sobre todo para remarcar el concepto de “partes privadas”, las que cubre esta prenda o la ropa interior, y eso es muy importante en los protocolos de prevención.
¿No lleva eso a tener una relación poco natural con el cuerpo?
Depende de la carga que uno le ponga o qué entendemos por “natural”. Si uno habla del cuerpo con respeto, con maravilla, si haces cariño y tratas bien, si te sientes cómoda en tu piel, eso es mucho más marcador que cuán desnudos o no andemos o si saludamos a medio mundo de beso o no.
¿Es bueno que los niños sepan que sus papás y mamás tienen vida sexual, personalizar las explicaciones en “cuando el papá y la mamá…?
En niños pequeños, la pertinencia de esa información es escasa. Sí les hace bien saber que sus papás o mamás se quieren. Conforme crecen y otras conversaciones avanzan, quizás pregunten si los papás y mamás se hacen cariño, si tienen sexo y eso está integrado en la relación de pareja. Es sano. Y también es sano responderles a ciertas preguntas con un “esto es privado o personal”, porque no es obligación compartir los detalles de nuestra vida íntima. Estamos enseñándoles ese límite también.
¿Cómo abordar la existencia de la homosexualidad?
Hay que partir instalando el concepto de diversidad. Hay diversidad en todo, en la tierra, los idiomas, los países y las familias: unas con papá y mamá, otras con pura mamá, otras con abuelos y otras con dos mamás o dos papás. Ese es el inicio, de tal forma que cuando llegue la pregunta sobre identidades sexuales, uno recurra a ese concepto, al “¿te acuerdas de que existen distintos tipos de familia? Bueno, también hay distintas formas de ser y hacer pareja para quererse”. Los niños entienden muy bien estos argumentos, son los adultos los que agregan juicios.
¿Cómo enfrentar el tema de los juegos y evitar que niños muy chicos se hipersexualicen?
Hay juegos que incluyen el cuerpo y tienen un tono ligero, divertido, sin forzar, y sin contenido adulto. Si hay algo que reconozcamos como propio de interacciones sexuales adultas, y si es la única forma de jugar hay que poner atención y buscar apoyo, observar qué pasa en la casa, con quién está el niño, a qué contenidos tiene acceso. Hace poco me consultaron por una niñita que describió una escena detallada de sexo a su mamá, con palabras sencillas, y era porque su amiguita le había contado algo que había visto, porque sus papás se habían quedado dormidos con la televisión prendida. Fue algo accidental, pero que obliga a adelantar conversaciones y reforzar la mirada del cuidado.
¿Cómo explicar palabras o conceptos más fuertes que los niños pueden escuchar, como violación?
De acuerdo a la edad y capacidad de comprensión de cada niño, su historia, sus sensibilidades, su contexto. La “respuesta suficiente”, otra vez. Con los más pequeños podemos partir siendo claros en que se trata de algo violento, que hace daño, sin entrar en los delitos sexuales. Muchos niños saben, por ejemplo, lo que es un robo y ahí podemos hacer una relación. Pero siempre es importante restituir equilibrios, calma y decirles que existen más personas buenas que malas, para no dejar instalado el miedo.
¿Cuál es el riesgo de que los niños tengan acceso a tanta información, por ejemplo a través de internet?
El peligro mayor está en el “todo”, en lo indiscriminado, sin criterio ni conducción. La guía adulta es imprescindible, y no es sinónimo de sobreprotección o intromisión. Entregar un tablet o un smartphone a un niño, así no más, es equivalente a dejarlo solo en plena Alameda a los dos años. Internet es lo mismo que la calle: supone progresiones, hitos, tiempos.
Pero no es fácil mantenerlos siempre lejos…
Y no se trata de eso, sino de acompañar, dedicar tiempo. Sentarse con ellos y enseñarles a buscar y seleccionar contenidos, y también para aprender a reconocer y evitar riesgos. Así se va formando criterio y autocuidado. Los expertos recomiendan decirles: “Si yo estuviera parado detrás, ¿seguirías viendo o haciendo lo mismo? Si la respuesta es no o tienes dudas, detente”. Con el tiempo se pueden actualizar acuerdos, límites y autonomías, pero siempre explicitando que nosotros podemos supervisar, desde la lógica responsable del “te quiero, te cuido”.
Edad y consentimiento
“Cuando los niños crecen y viven un primer pololeo que nuestro acercamiento sea con apertura, sin sermones, con respeto. Aunque los adolescentes se resistan un poco a hablar de sexualidad, en mi experiencia, finalmente siempre valoran presencias que los hacen sentir seguros. No de amigos, sino de padres disponibles para orientar y escuchar”.
¿Cómo abordar el tema del placer?
El placer está ausente de muchos programas de educación sexual y hay padres que objetan que se hable o lo omiten con los hijos. Y los adolescentes perciben esa falta. Necesitamos integrar el placer y el deseo como temas, mientras también informamos de salud, cuidado y del consentimiento. Es básico, también para el placer, el sí consensuado e inequívoco, y para eso recomiendo ver el video Consent: it’s simple as tea, que está disponible en la red y subtitulado.
¿Qué opinas de que se use el miedo a las consecuencias como un embarazo como mecanismo de contención entre los jóvenes?
Creo que la realidad basta, sin efectos especiales. Las consecuencias hablan por sí solas. Pero una cosa es advertir sobre ellas, y otra es juzgar y demoler, por ejemplo, al decir ‘vas a perder todo, arruinar tu vida’ u ‘olvídate de mí, no cuentas conmigo’. Se puede ser franco y claro, sin abandonar el cuidado ni dejar de reforzar la potencia del consentimiento, la posibilidad de decidir en toda esfera de la vida.
¿Es más complicado abordar la sexualidad con las niñas que con los niños?
La realidad de las niñas exige redoblar esfuerzos pues en Chile las leyes las desprotegen, o peor, las vulneran. Y más indispensable es contar con una educación sexual moderna y comprensiva. En otros países, así se ha reducido la tasa de embarazo adolescente, fortaleciendo el autocuidado; el consentimiento y la posposición de la edad de inicio de relaciones sexuales.