cuidado ético y prevención, AHORA

El 81% de las víctimas de delitos sexuales en Chile son niños, niñas y adolescentes. Las denuncias aumentaron un 31%, y un 83% las órdenes de investigar, según información muy reciente de la PDI. Nada nuevo. De tiempo en tiempo las cifras nos aturden, reaccionamos, hacemos promesas. Pero evitar estos horrores debería ser un esfuerzo de cada día, todos los días, noticias o no, cifras en aumento o no. Sabemos que más de cincuenta niños y niñas son abusados a diario, aquí. Entre nosotros.

El abuso sexual infantil (ASI) no necesita ser parte de ninguna biografía. Es una irrupción violenta y deliberada –y un crimen- en el desarrollo de un ser humano niño. Un asalto bestial que no detuvimos, así como no hemos detenido todavía la pobreza, el hambre, la soledad de muchos niños. Un fracaso colectivo en la actividad del cuidado. Un incumplimiento. Una deslealtad, también.

Cuidar es un imperativo de especie y un imperativo ético del mundo adulto. Una responsabilidad social. No es una actividad “femenina” o “maternal”, no es solo de las mujeres, o de padres y madres solos, desprovistos de contextos y personas que apoyen. Entre otras cosas nefastas, el patriarcado ha terminado confundiendo las cosas, separándonos -y es la pérdida mayor- de nuestras capacidades afectivas y relacionales. Los niños son un “asunto” de sus madres, o como mucho de sus familias -veamos solamente cómo se analizan las historias de niños en el sistema de protección desde el fracaso de sus padres pero no de la sociedad completa, o cómo en situaciones cotidianas y hasta anodinas, “el niño no trajo equis útiles”, la pregunta recae siempre sobre la madre o los padres, cuando no directamente sobre el más pequeño de todos. Desde las propias mujeres, se levantan trincheras o espacios de indiferencia, quienes optan por la maternidad o una casi imposible conciliación, son reprochadas por no priorizar a sus hijos o sancionadas laboralmente (de formas literales o pasivo-agresivas). Quienes priorizan su trabajo y su proyecto de vida son vistas como egoístas. Quienes se declaran “feministas” son inmediatamente asumidas como distantes del cuidado ético. Y así, el patriarcado casi no necesita mover un dedo para seguir infligiendo daños y silenciamientos. Quizás lo hemos vivido por tantos siglos, que desde nuestro propio inconsciente se levantan defensas o complicidades (que conscientemente resistiríamos con todo nuestro ser) que ayudan a que se siga sosteniendo. No es sólo un tema de géneros, sino de opresiones extensivas, de separaciones y jerarquías sobre todo. Es unos por encima de otros (y pueden ser distintos “unos” y “otros”, hombres-mujeres, empresarios,politicos-ciudadania, adultos-niños, etc), el peso de desventajas y desigualdades que imponen ciertos grupos de hombres por encima de los destinos de todos los demás hombres, mujeres y niños; cómo salimos de esa aquiescencia frente a lo injusto o lo que hace sufrir, o a desigualdades que devienen en abusos de poder que cuestionamos, pero entre los cuales no siempre detectamos o denunciamos su hilo común. Resulta abrumador observar la madeja por momentos, pero con constancia y ojos hacendosos, no es imposible ir encontrando los hilos enredados y hechos nudo, para volverlos a hilvanar de una manera más humana y afín a lo que necesitamos para vivir mejores vidas, y para procurar que así las vivan los que vienen llegando.

Aun cuando podemos compartir repertorios de cuidado con niños y niñas -y es imprescindible-, los aprendizajes toman tiempo y los responsables de los humanos más jóvenes, al menos hasta la mayoría de edad legal (y ojalá hasta completar su desarrollo a los 25 años), seguimos siendo nosotros. Puede ser un bodrio tener que repetirlo, pero cuesta reprimirse si cada vez que estallan las noticias, vuelven las preguntas sobre “perfiles” de potenciales víctimas y/o abusadores, y otros listados errantes. Del incumplimiento adulto (y el colectivo, el Estado, son un adulto más), poco se habla. Ni de la prevención, no solo como una forma de evitar la ocurrencia de delitos de ASI, sino como una actividad más vasta.

Por décadas Chile guardó silencio sobre el ASI; ahogado de vergüenza, o indiferencia, temeroso de ver su herida, quizás cuán honda, no quería saber. El año 2007, cuando viajé para presentar Agua Fresca en los Espejos –primer libro testimonial sobre ASI publicado en Chile- me sorprendió la oposición que generaba en muchos entornos, la sola proposición de conversar del tema. Hoy esa conversación está viva, y la voz silenciada del ASI, la voz íntima de sus sobrevivientes, ha dado paso a una voz pública que todos podemos escuchar. Ya no podemos distraer la consciencia. Un niño es demasiado, y miles llegaron a adultos en una sociedad sorda todavía. En treinta años de democracia, el ASI debió concertar los mayores esfuerzos y madurez de conducta en oficialismo y oposición, cualquiera fuera el gobierno. Pero todavía son muchas las leyes sometidas a dilaciones frívolas, mequinas, tantos vaivenes. En #derechoaltiempo, ojalá este 2019 todas las fuerzas políticas permitan promulgar una ley cuyo trámite lleva casi una década y cuya suma urgencia, en un hito histórico, fue conferida hace casi un año. Demorar esta ley es postergar también el autocuidado social y la prevención.

Es 2019 y la espera agota. El mayor cauce abierto, que yo percibí, para empujar la prevención del ASI a nivel nacional, fue en el año 2013 desde Junji, Sernam, Mineduc (con H. Beyer). Luego no hubo mayores avances; el tiempo estancado, malversado junto a recursos que debieron destinarse a la niñez en sus urgencias, su educación, en prevención de ASI. En el estado de California, EEUU, cuando se discutía la ley para la imprescriptibilidad, se estimó que el daño obligaba a los sobrevivientes a incurrir en gastos cercanos al millón de dólares (costos médicos, psicoterapia, pérdida de oportunidades laborales, etc.) durante su vida adulta. ¿Y usar esos recursos en prevenir, se imaginan?

La tarea es enorme, y mayor en sociedades discriminatorias, patriarcales, proclives a la herida moral constante de diversos grupos ciudadanos, entre ellos, los más indefensos que son los niños (pese a nuestras mejores intenciones y empeños). Pero pueden desplegarse acciones sustantivas. Podemos. Las iniciativas de mayor éxito contemplan compartir conocimientos e información con toda comunidad, junto a un comienzo temprano, en la prescolaridad, en temas de educación sexual, afectiva, límites de cuidado, y prevención de malos tratos. Imprescindible es que se involucre al mundo adulto (familia, escuelas, sobre todo) y que contemos con apoyo de los medios, redes sociales, agencias publicitarias. Todos los compromisos son necesarios para un esmero de estas proporciones.

Hay conversaciones que no hemos sostenido lo suficiente como sociedad, que exceden el consenso en la denuncia y la aspiración de justicia o sanción, cuando ya el abuso ha ocurrido. Necesitamos concurrir mucho antes, recordar cómo vivimos en nuestros cuerpos desde niños y hasta adultos, qué bitácora maravillosa o problemática (y ambas) traemos, qué posición tenemos en relación al ASI y a la respuesta social, todavía, de indiferencia -o de resignación ante la impunidad. ¿Vemos relación entre la prevención de abusos, y el futuro desarrollo del consentimiento? ¿Entendemos la dependencia inexorable de los niños, en la mayor asimetría de poder imaginable? La prevención nos desafía, nos actualiza. Nos conmina a tender puentes.

Existen iniciativas valorables, pero muchos esfuerzos de prevención son esporádicos, dispersos, y de alcance limitado. La meta es prevención mandataria en todas las escuelas y jardines (públicos y privados); un criterio común. Un conjunto de herramientas por todos compartidas. En esta dirección, el mes de enero recién pasado, desde #derechoaltiempo acompañamos a la diputada, atleta y sobreviviente ASI, Erika Olivera para compartir con Mineduc las razones que justifican la implementación de un programa nacional de prevención de ASI (valiéndose, por cierto, de lo que Junji e Integra ya vienen realizando). Es de esperar que todas las bancadas en la cámara apoyen el proyecto de la diputada Olivera, y que la autoridad de educación, y salud, responda con el sentido de urgencia que exige la epidemia de ASI que enfrentamos. Prevenir no es opcional; es un imperativo de salud pública. ¿Qué estamos esperando?

Me faltan palabras para hacer la defensa exacta y ardiente que siento merece la ética del cuidado en la esfera de prevención del ASI. Existen tantas historias, tanta información, programas en curso en Chile y la experiencia de otros países. Todo respalda el impacto positivo que tienen programas de prevención/cuidado: en algunos casos, disminuyendo la ocurrencia de ASI, o bien aumentando significativamente la detección y/o develación temprana. Inclusive niños víctimas y adultos sobrevivientes -para quienes la prevención llegó tarde-, relevan estas iniciativas. Que ningún niño, ninguna niña más. Prevenir.

No podemos llegar tarde, o llegar nunca. Y somos solo humanos, dice una voz que desde lo más profundo quiere confortarnos; perdonar nuestras dudas y pasadizos, nuestros ojos lentos (dicen que no antes de los nueve años de edad están desarrollados en un ser humano). Pero pese a todo lo que nos puede limitar, el cuidado siempre está a nuestro alcance. Un poco o mucho, cada uno sabe cuánto puede, y nada es minúsculo, nadie, ajeno. Alguien puede venir antes, mucho antes. Alguien, justo a tiempo: detener la espina, el réquiem. Alguien más, cambiar el agua a las flores, luego. Mullir el cielo.  ¿Cómo queremos usar nuestro turno?

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Les invito a recorrer el sitio y descargar una serie de recursos que quizás sean útiles en la promoción del cuidado ético y prevención de abusos, en familia, el jardín infantil, con los vecinos, con amigos, compañeros de trabajo, en todo lugar. Gracias por concurrir en estas lecturas, gxs totales 😉 

Imagen: www.helenjohnphotography.com