Porque sí
Comunicaciones
No recibo órdenes de nadie. A pesar de ello, gente no enterada insiste con instrucciones tanto verbales como escritas. Cuando así sucede, acostumbro dirigir la vista hacia el mar, hacia bosques y desiertos que se extienden en paz sobre mi pequeño mapa.
(Ennio Moltedo, Poeta Chileno)
Qué elegancia imposible de describir contienen ciertos gestos desobedientes, como escribir la propia historia, cada hora y día, desafiando decretos, creencias o los estigmas de siempre. O más simplemente, qué delicia escapar entre reuniones de trabajo para tomar café con mi poeta preferido al pie de un cerro en Valparaíso que ni sé cómo se llama. Mi fuga no es muy épica. Sólo tiene como propósito darme el placer de la atención con tiempo, para escuchar a un otro querido desde los huesos sin atreverme a decir nada por no interrumpir la sacralidad que para mí tiene este tipo de encuentros, cotidianos y sin pretensiones. Tan insondables y mágicos, a la vez.
Camino hacia nuevos días y tareas, a pulso de piano. Ludovico Einaudi en la mente, en el cuerpo. Su piano exacto y puro resuena entre vértebras y células con el peso de otra desobediencia frente a silencios que no equivalen a abolición. Nunca lo hicieron y aún hoy, tras sus bambalinas, una parte de mi voz aún espera.
No lo he dicho todo y apenas si he deletreado la punta del iceberg. Pero tal vez ni siquiera sea importante lograr vocalizar nada más. Quizás me basta el encontrar, de tiempo en tiempo, canciones y sinfonías que hablen por mí, por ese latido indescrifrable de mi alma donde adivino algunas melancolías y donde, a pesar de no poder traducirlos, sé que hay encantamientos profundos hechos de la pura gratitud de saberme viva.
Mi vida, mi pequeño mapa. Tiene espacio para un altar, pequeño también, donde básicamente no hay nada que adorar porque no me cabe el mundo en una mesita de madera, ni la gente que amo, ni los cientos de dedales de oro que bordean el camino cercano a la casa que habito. Todas las cosas que podría reverenciar; las únicas ante las cuales me postraría inocente y sinceramente. Sí enciendo velas, a veces: un acto modesto y cargado de ternura que me recuerda que lumbre he puesto y ganado (mucha), en años de años de mirarme bajo ángulos elegidos por mí, hasta verme entera. O lo más entera que sea posible; si uno es tanto misterio, también.
Me preparo para viajar y quiero y no quiero. Mantengo un temor sensato a los aviones; si no me dieron alas, por algo fue. Sin embargo, elijo confiar y confío. Confío –desde pequeña y a pesar de todo- en que la vida tiene una dirección más benévola para mí que terminar perdida en algún océano o estrellada contra Los Andes; o que me quiere llegando a destino a cumplir con buenos afanes; o de regreso a mis crías, el hombre amado, las buenas hermanas y compañeros de camino, mis proyectos y sueños varios. Un día más de regalo.
Un día más, con su cáscara y pulpa, semillas llenas de vida o de muerte, dulzuras perfectas y a veces hasta gusanitos. Pero un día más. Si de un papel lustre algunos pueden hacer palomas de origami, de un solo día puedo hacer algo que al menos yo, estime valioso o placentero. Y a veces, mucho más.
Me espera una valija y es casi medianoche.
Dulces sueños, buen viaje y buen regreso, como siempre.
Fotografía del título: A surprise gift