Hombres-papás-cuidadores (*)
“Mi padre era un hombre de amor. Siempre me amó a rabiar. Trabajaba duro en los campos, pero jamás me levantó una mano. Nunca. No recuerdo ni siquiera una palabra poco amable viniendo de mi padre”. (Johnny Cash)
En el mundo se estima que un 80% (tremendo porcentaje) de los hombres se convertirá en padre en algún momento de su vida, y que todos los hombres tienen alguna relación con niñxs, en diferentes etapas de sus vidas, y desempeñando diversos roles como cuidadores.
Como compañeros de una mujer-mamá o de otro hombre- papá, como padrastros, padres solos (solteros, viudos, o que tienen la custodia de sus hijos y toda la responsabilidad por su cuidado), o bien como tíos, hermanos, abuelos que han criado, y asumido un rol paternal también, son muchos los hombres que han escrito una historia completamente diferente a la de sus respectivos padres, y vivido sus masculinidades de forma más cercana a los afectos, las intuiciones, el involucramiento directo con sus hijos y la paridad en el hogar.
Hay datos, en el mundo y en nuestro país, que reflejan estas nuevas realidades.
En EEUU, el último censo del 2011 arrojó 176,000 hombres dedicados al cuidado y la crianza dentro del hogar (únicamente dedicados a ser papás-cuidadores): 26% de aumento en una década. En una encuesta reciente a padres-en-casa estadounidenses, el 61% decía que era el trabajo más gratificante que podían realizar, 32% consideraba mantenerlo indefinidamente, y 71% se sentía más que nunca en sintonía con sus parejas y comprometidos con el proyecto familiar.
En países donde la política pública inteligentemente se ha hecho cargo de la protección y desarrollo pleno de los niños, se ha promovido de forma activa la presencia paterna y su participación lo más equitativa posible en el período postnatal (sin distinciones entre padres biológicos, adoptivos, etc).
Suecia, por ejemplo, tiene más de un 80% de sus padres tomando al menos 4 meses de post natal (versus 2% de en la década anterior), y 41% de las empresas incentivan a los empleados hombres a gozar de este derecho, versus un 2%, veinte años atrás.
Han asumido también esta misión Alemania, Japón, Reino Unido y Australia. En EEUU aún no existe derecho a postnatal, pero se observan señales auspiciosas: Google cuenta con 18 semanas para las madres, y 12 para los padres (también para familias que adoptan), Twitter 20 y 10 semanas, respectivamente, Facebook 4 meses para madres/padres/cuidadores (y 4 mil dólares de ayuda por cada hijo que nace o es adoptado), y Netflix ofrece a sus nuevos empleados postnatal “indefinido” (con máximo de un año) porque la gente “trabaja mejor si no está preocupada por lo que pasa en el hogar”. Sus empleadxs pueden regresar a sus trabajos full, part-time o según la modalidad que ellos definan (ver nota). En todas estas empresas no se realizan distinciones cuando se trata de familias homoparentales (que distribuirán sus semanas o meses de la forma más conveniente).
En Chile, donde mucho se declama “el valor de la familia”, las inconsistencias nos cercan por doquier. El permiso postnatal para las madres que trabajan con contrato es de 6 meses, y es un período que se destaca en Latinoamérica, aunque poco se menciona que no es un derecho universal y deja fuera -y discrimina, por ende- a las madres que trabajan de forma independiente (freelance, temporeras) o que son estudiantes.
Los padres chilenos cuentan con 45 días de postnatal, pero se estima que menos de un 1% (al 2013, apx. 0,3%, en su mayoría hombres de 30-40 años de edad, reportaje) hace uso de ese beneficio u otros (como el traspaso de postnatal de la madre que permitiría llegar al padre a 6 semanas, leer aquí). Lo cierto es que no son pocos los padres que expresan preocupación por las consecuencias que castigan el ejercicio de sus derechos, una vez que regresan a su trabajo (en el corto o mediano plazo, por ejemplo, siendo omitidos para promociones).
Otros padres querrían contar con #licenciaparacuidar a sus hijos enfermos de cáncer, o que han vivido accidentes con recuperaciones largas. Y hay hombres que sencillamente querrían ejercer el derecho a cuidar de su “familia” incluyendo a sus parejas, sus padres ancianos u otros parientes amados e importantes en sus vidas. Como país, necesitamos una mejor comprensión de qué dificulta a los hombres ejercer sus derechos como cuidadores, cómo favorecer la conciliación, y cómo fortalecer el derecho a cuidar -de forma equitativa para mujeres y hombres- desde la sociedad en su conjunto.
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Un aporte valioso: el año 2015 se compartió un informe mundial sobre las realidades de la paternidad, “The State of the World’s Fathers at a Glance, o SOWF” (recomiendo lectura del resumen 2015, aquí) con importantes conclusiones de entre las cuales destaco:
-Los hombres-padres sí quieren pasar más tiempo con sus hijos (entre 61 a 77% señalan que trabajarían menos si fuera posible) y quienes ya lo viven así, reportan mayor salud mental y felicidad
–La presencia y compromiso activos de los hombres-papás en el cuidado tienen un impacto muy positivo para sus hijos/as: desarrollo cognitivo más alto, mejor desempeño escolar, mayor salud mental y fortalecimiento de habilidades para la convivencia, mayor poder creativo de niños y niñas, mayor desarrollo de actitudes favorables a la igualdad y al respeto/cuidado mutuo entre géneros. Paralelamente, los padres presentes influyen en la prevención y rechazo de la violencia junto a una reducción considerable en tasas de delincuencia de hijxs adolescentes.
– La participación de los hombres-papás en controles sanos durante el embarazo, el parto y el puerperio, tiene correlación con aumento del amamantamiento, concurrencia oportuna al médico (de la madre y de los hijos), e influencia positiva en la opción por las vacunas.
–Una distribución más equitativa del cuidado de los niños y de las tareas domésticas entre padres-madres, se asocia con reducción en la tasa de maltrato infantil (castigos).
Todas las recomendaciones de este informe mundial apuntan a promover la paternidad y a que la política pública se haga cargo de facilitar para los hombres-papás el ejercicio de su vocación y su responsabilidad en el cuidado y guía de sus hijos e hijas, no sólo para bien de los niños, sino de toda la humanidad.
Más allá de la política pública -que no cae del cielo y nos necesita como ciudadanos conscientes y activos- muchos hombres han sido tenaces en la organización de sus vidas para asegurar mayor presencia con sus niños.
Siendo todavía las mujeres quienes mayoritariamente llevamos la responsabilidad del cuidado de los hijos (en dobles y triples jornadas que exigen robemos tiempo a otros planetas donde los días duran 30 horas), cada vez más conocemos a parejas donde la distribución de tiempos en el hogar y el cuidado de los hijos es par, o más justa, o bien existe consciencia sobre la necesidad de que sea así, y un esfuerzo continuo para materializarlo (y lo observo con tono positivo y asertivo, no recriminador, en muchas parejas jóvenes).
Habrá otras familias donde hombres-papás permanecen en casa por el cuidado de los hijos, porque lo eligieron así y su trabajo u oficio lo permite, o porque fue imperativo (por viudez, por ejemplo), o bien como resultado de decisiones discernidas en pareja (tomando en cuenta motivaciones, empleabilidad de cada uno, ingresos, proyecto de vida etc).
Los cambios se dejan sentir. Diez, quince años atrás, sólo en EEUU me cancelaban reuniones hombres-papás (incluso en conferencias con invitados internacionales, un alto ejecutivo se retiraría por un llamado urgente del jardín o el colegio). Recientemente, en Chile, durante inviernos en Santiago, mi sensación ha sido de casi igual número de mamás y papás que cancelan sesiones de terapia o reuniones porque alguno de sus hijos está enfermo. El cuidado tiene prioridad por sobre lo demás. Es potente ver que sea así.
No todas las realidades permiten siempre poder estar presentes, o “diseñar” una vida preferida, para sí y como familias, estamos claros. Pero tengo confianza en que si nuestro país se dedicara a lo esencial y dejara de perder tiempo precioso para las vidas de las nuevas generaciones, podríamos por fin ver que es posible la añorada conciliación familia-trabajo, y las condiciones para que un mayor número de padres y madres pudiéramos cuidar de nuestros hijos, sin sentirnos forzados a delegarlos en terceros.
El sentido común, como siempre, pone luz en las confusiones que gobiernan estos tiempos: De poco y nada sirve una declaración universal de derechos del niño que establece “el derecho a contar con una familia” pero sin el derecho a gozar del cuidado y presencia de sus padres y madres que tienen jornadas y exigencias laborales que lo impiden, o que bien son “castigados” de diversas formas (unas más severas y/o explícitas que otras) por sus decisiones o el simple deseo de querer contar con más tiempo para cuidar a sus hijos.
En lo personal, he asumido “sanciones” y pérdidas (y más de una crítica de mis propias congéneres por posponer o renunciar a progresos de carrera), pero me encanta ser quien puede desplegar el cuidado de sus hijas desde el hogar (antaño con la mayor, y ahora con la chiquita). Sin embargo , si pudiera, feliz alternaría roles para defender el nido y una coherencia que como muchos, siento que es fundamental en relación a esta premisa: que alguien, la mamá, el papá, alguno de ellos -cualquiera sea la estructura familiar- esté cerca de los niños. Full-time ojalá durante los dos primeros años de vida, la infancia temprana, y al menos al volver del colegio (y el resto de la tarde) en años de escolaridad.
Estoy muy consciente de que estas aspiraciones pueden ser irrealistas e inviables para muchas familias, pero me niego a desistir de la confianza (o resistencia esperanzada) en que nuestro diseño de país pueda más temprano que tarde promover y permitir las condiciones para que más papás y mamás elijan sin aprensiones su trayectoria de cuidado y más tiempo dedicado a la crianza y preparación para la vida de las nuevas generaciones. En una sociedad clara en sus prioridades con la niñez, con lo que se juega sobre todo en los primeros años, otro gallo cantaría y muchas más familias podrían por fin dedicar sus energías al cuidado de sus hijos tal como lo añoran.
No sé mucho de paternidad (apenas, de mi maternidad), no soy hombre, no he tenido hijos varones, y tampoco me siento con autoridad en la reflexión y discusiones sobre masculinidad. A pesar de todo lo que ignoro, sí sé qué me gusta y qué anhelo, y en un mundo donde crisis y progresos sobre-exigen nuestra capacidad de adaptación, es estimulante ver que en el ámbito del cuidado, hombres y mujeres podamos crecer juntos, apreciarnos, llevar la yunta, el nido, los agobios y satisfacciones, desafíos y gozos de la parentalidad.
No hace falta un día del padre para valorar a los hombres (lo mismo en el caso de las mujeres-madres). Puede ser cualquier día: los conocemos, nos encontramos con ellos en distintos espacios. Son refugio y brazos anchos para sus hijos, y para otros seres humanos niños, adultos y ancianos. Cuidan. Respetan. No dejan de concurrir. “Ar scáth a chéile a mhaireas na daoine”, podría leerse en su presencia, con lo que “sabemos” desde hace miles de años: “en el cuidado de unos y otros, la gente vive”. Todavía.
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(*) En este artículo “padres” es inclusivo de todos los hombres-papás-cuidadores de niños y niñas, hijos e hijas (sean biológicos, adoptivos, “los tuyos-míos-nuestros”, etc.), en diversas familias.
(Gracias Archivo ElpostCL)
Notita 2017: Se ha publicado recientemente un segundo reporte sobre la situación mundial de los padres (engl): versión completa aquí, State of the world’s fathers 2017