Entrevista “El Boletín” del Consejo Nacional de la Infancia
Con el envío del proyecto de ley de matrimonio igualitario al Congreso se abrió la posibilidad de que parejas del mismo sexo puedan casarse y optar a los mismos derechos que poseen hoy los cónyuges heterosexuales, el que incluye la adopción por parte de las familias homoparentales y que refuerza el derecho de muchos niños hoy institucionalizados de vivir en familia.
Conversamos con Vinka Jackson, psicóloga de la Universidad de Chile, discípula de la psicóloga social Carol Gilligan de la Universidad de Nueva York, y especialista en el ámbito de la ética del cuidado y prevención de abusos infantiles. Con ella abordamos el tema de la adopción por parte de parejas del mismo sexo, los desafíos que existen en nuestro país y las disposiciones que como sociedad es importante promover para hacerlo bien en el cuidado de niños, niñas y adolescentes de estas familias.
Jackson es mamá de dos hijas, vive en dos hogares, en Estados Unidos y Chile y en ambos lugares su trabajo principal es en educación. También es autora de “Agua fresca en los espejos (sobre abuso sexual infantil y resiliencia)”, y de los libros para niños “Mi cuerpo es un regalo” y “Tod@s Junt@s”. “Ha demorado la impresión”, dice, pero su último trabajo es “Del aula hacia el mundo: ética del cuidado y educación”, libro que escribió para Unesco Chile.
¿Considera que un niño en una familia homoparental tiene las mismas posibilidades de crecer sano y feliz que un niño criado por una familia tradicional?
Absolutamente. Y creo que aquí hay que hacer al menos dos precisiones esenciales: una, sobre el derecho de todo niño a crecer en una familia, a disfrutar de ese vínculo y que lo quieran, y la segunda, en relación a la oportunidad de vivir bien que tiene ese niño junto a una familia que tenga la vocación y las habilidades para cuidarlo. Estando claros en que además de adultos sensibles y responsables, se necesita de comunidades y de toda la sociedad apoyando este cuidado. De eso depende. No de si una familia es heterosexual, homosexual, oriental u occidental.
¿Existen estudios, es decir evidencia empírica, que avale que no hay riesgo en que los niños sean criados por familias homoparentales?
Hay un sinnúmero de estudios serios que despejan lo que son dudas y preocupaciones atendibles. Dos aprensiones que se repiten son, por ejemplo: una, la influencia de padres o madres homosexuales en una suerte de futura homosexualidad “inducida” de los hijos, y dos, si habría mayor riesgo de abusos sexuales y explotación de niños adoptados por parejas homosexuales. Son creencias o prejuicios que podemos refutar gracias a la evidencia científica, y por eso la proposición número uno es a informarnos, preguntar, consultar los datos de asociaciones médicas, psicológicas, que nos permitan formar opinión y también tener serenidad en cuanto a que la orientación sexual, categóricamente, no es una razón que justifique en lo absoluto el criterio diferencial en relación a familias o parejas.
“Lo que sí hay que compartir es la advertencia sobre el riesgo mayor de sufrimiento en hijos e hijas de familias homoparentales por situaciones de bullying, exclusión, marginación, discriminación contra ellos o contra sus padres y madres.”
Entonces el impacto negativo estaría en el entorno donde prima el prejuicio, los discursos de odio y violencia, el estigma, el acoso, la negación de derechos a los hijos y a los padres y madres homosexuales.
Tenemos que poner el espejo frente a nuestra propia cara en relación a los trastornos o dolencias que pueden sufrir los hijos e hijas de familias homoparentales, y hacernos una pregunta fundamental sobre si vamos a querer prevenir esos daños y penas que son totalmente evitables. La temática de la diversidad sexual es reciente en Chile, pero una cosa es lo que nos falta por aprender, y otra es negar derechos civiles, y discriminar a parejas, familias y niños, haciéndolos sufrir deliberadamente.
¿Coincide con que en Chile existen tantos prejuicios frente a las familias homoparentales porque quizás la homosexualidad es aún vista por algunas personas como algo patológico que incapacita a la persona para tener relaciones afectivas estables o formar familia?
La patología, el prejuicio, el temor a lo diferente, todavía son muy fuertes. Volvimos a una vida democrática con el desafío de escribir una historia distinta y vemos que todavía cuesta. Sabemos de otros países que llevan años avanzando y legislando en relación a la diversidad de las familias desde la claridad que no hay patología en lo diverso, y que discriminar es una violación de derechos civiles.
En mis años de trabajo, y en ambos países donde vivo, he compartido con niños –pacientes o alumnos- y familias muy diversas que viven vidas buenas, donde los hijos crecen bien. Más allá de diferencias culturales, de sistemas de creencias, de historias de vida (incluidos niños que escaparon de guerras étnicas), de orientaciones sexuales, he visto que lo más importante son las disposiciones del cuidado. Es lo que más ayuda a florecer a un niño: cuidado para él o ella, y también hacia su familia. Tratar la homosexualidad o la diferencia desde lo patológico o el “pecado”, además de erróneo, es muy dañino en el rechazo y temor que infunde a niños y niñas afectando la relación con su mundo, sus afectos o su propia identidad u orientación sexual.
“Para mí la patología, lo insano, o lo que más nos enferma como comunidad está en esa violencia que niega al otro, que nos separa, que excluye y acepta que se restrinjan derechos de niños o familias intencionalmente, sin reparar en daños.”
¿Desde su punto de vista cuál debería ser la estrategia desde el Estado y de las políticas públicas para terminar con esta mirada tan estigmatizadora y lograr el cambio cultural que necesitamos en el país?
La educación sigue siendo la herramienta más poderosa. No sólo la educación formal y desde la infancia temprana, sino también las instancias cotidianas y continuas de aprendizaje que podemos tener a toda edad. Por ejemplo, desde los derechos humanos universales, como herramienta especialmente pensando en los niños. Aquí falta mucho todavía. Pero el proyecto de ley de matrimonio es una buena noticia porque transmite, a mi parecer, dos intenciones positivas en este sentido. Una es obviamente la voluntad de reconocer por fin la igualdad ante la ley –hace mucho establecida en nuestra Constitución- a todas las personas, en el derecho al matrimonio. Pero también esta ley abre la posibilidad de crecer en el cuidado mediante la adopción de muchos niños y niñas que necesitan una familia ahora ya.
Pienso que cada iniciativa de ley necesita ir acompañada de procesos que nos ayuden a todos a entender exactamente qué se delibera, y eso se logra informando, educando, compartiendo desde el gobierno, organismos expertos y en diversos medios de comunicación, todos los contenidos, beneficios –e inclusive las limitaciones- que involucraría la ley al entrar en vigencia. Sabemos que durante la tramitación será necesario realizar una serie de precisiones, indicaciones y mejoras basadas en la evidencia. Por ejemplo, en el proyecto, me quedan dudas en cómo se pretende garantizar para todos los niños de familias homoparentales, sus derechos de filiación – tal cual se garantizan esos derechos para familias heteroparentales-, independientemente de la condición del matrimonio entre sus mamás o papás. Ojalá no se dejen flancos expuestos ni niños desprotegidos.
Creo con todo mi ser que una sociedad que se instala desde el cuidado, educando, gobernando o legislando desde la premisa de “qué cuida más, qué significa el mayor cuidado para la mayor cantidad de personas en sus vidas, cómo nos cuidamos todos”, tiene tantas más posibilidades de crecer, y de evitar la violencia, los abusos de poder expresados en cualquier forma o versión (sexual, física, psicológica, política, económica o medioambiental) que es lo que más nos aniquila.
A su juicio que es mejor para un niño ¿crecer en un hogar de protección o estar en una familia que lo quiera donde existan dos papás o dos mamás?
Obviamente lo mejor para el niño será contar con una familia, sean dos papás, dos mamás, una abuela, hermanos mayores de edad, pero una familia. Y en la premisa de la igualdad ante la ley, no porque exista la adopción homoparental quiere decir que va a haber criterios distintos a los de cualquier pareja que quiera adoptar a un niño. Pero sí muchas más parejas y familias podrían adoptar, y más niños ver que el derecho a ser cuidados sea una realidad, evitando además que muchos lleguen al sistema de protección, donde veo que nunca –ni en el mejor de los casos- van a tener las condiciones que necesitan para desarrollarse integralmente.
Por último ¿qué te parece que en nuestro país se esté tramitando una ley de matrimonio igualitario que permita la adopción homoparental?
Creo que el proyecto de ley por el matrimonio igualitario es un signo positivo, en la voluntad que deja enunciada, porque siendo realistas quedan apenas 5 meses de gobierno y 4 meses para terminar el período legislativo.
Quiero dejar muy claro que en mi lista de urgencias está Sename, el suicidio infantojuvenil y los abusos infantiles frente a los que se necesita acción decidida y no hay elecciones que valgan como motivo para seguir demorando. Pero de todos modos puedo valorar el PDL de matrimonio igualitario, así como en su momento todo el proceso que llevó al logro del AUC. Son signos de crecimiento como sociedad, como democracia y no sólo me alegra como ciudadana o como trabajadora en la esfera del cuidado ético, sino como mamá. En mi primera maternidad a fines de los ochenta, mi hija era chiquita, todo su desarrollo estaba por desplegarse, y entre otras preguntas, también me hice la de ¿y si mi hija fuera homosexual? y era angustiante pensar en que viviera en un país que la maltratara y excluyera del ejercicio de sus derechos, sólo por su orientación sexual. Hoy es una mujer, su compañero es de años y están armando su nido, pero de nuevo soy mamá de una hija chiquita, y ante la misma pregunta, la respuesta ya va siendo otra, de mayor esperanza.
El proyecto de ley de matrimonio igualitario es un avance, para todos. Por eso me gustaría que una pregunta compartida fuera qué podemos hacer cada uno, desde su lugar, para que contemos con la mejor ley, la más inclusiva y completa, lo antes posible. Si uno puede apelar a nuestros legisladores, el pedido es a hacerlo bien y a no demorar en éste y todo empeño que profundice la igualdad de derechos y el cuidado, algo en lo que como país hemos estado fallando.
Las leyes van allanando el camino si están al servicio de seres humanos, pero los cambios van de la mano de nosotros, de nuestras actitudes, nuestro lenguaje inclusive. Puede ser ingenuo de mi parte esto que voy a decir, pero sueño con un día en que ya no tengamos que estar haciendo más especificaciones -homo, heteroparentales, las que sean- para justificar e invocar el cuidado que todos los niños y sus familias merecen y necesitan.
Fuente: El Boletín del Consejo Nacional de la Infancia, Octubre de 2017