Debido a nuestro interés en el tema del ABUSO SEXUAL INFANTIL, entrevistamos a Vinka Jakson, mamá de dos hijas (de 24 y 4 años), psicóloga y autora de “Agua fresca en los espejos, abuso sexual infantil y resiliencia” (Ediciones B), un libro indispensable para quienes quieran comprender un poco más sobre el abuso sexual y maltrato infantil. En este maravilloso libro, Vinka comparte generosamente sus propias vivencias, y a la vez el camino de sanación y reparación del abuso, transmitiendo un mensaje de alerta frente a un tema mucho más cercano de lo que creemos, así como también un mensaje de esperanza en el sentido de que los niños, con ayuda de la sociedad, Sí PUEDEN SALIR ADELANTE.
1.- VINKA, CUÉNTANOS DE TU LIBRO, COMO SURGIÓ Y COMO HAS VIVIDO EL ESCRIBIR ALGO TAN PROFUNDO, PERSONAL E INTENSO.
Este libro surge a partir de mi propia terapia, con una carta que escribí a mi madre en la que le explicaba por qué fui tan “difícil” y tan distinta de lo que ella tal vez hubiese querido como hija.
Fueron 50 páginas de contarle lo que viví con el abuso, pasando por la infancia, adolescencia y adultez; y revisando mi propia maternidad y cuánto esta experiencia me obligó a sanar. Al final nunca envié la carta, pero terminó siendo esqueleto del libro. Un libro muy accidental, impulsado por mi terapeuta y mi hija. Justo en tiempos en que Ma. José y Angela Prieto compartieron su experiencia, yo lo viví intensamente, y eso me ayudó a tomar la decisión de
dar el testimonio también.
2.- CÓMO FUE PARA TI LA MATERNIDAD
Como para muchas mamás, lo mejor que me ha pasado en la vida, y también lo más desafiante.
Cuando nace mi hija mayor, para mi fue profundamente removedor, en muchos sentidos; era muy joven, me embaracé a los 19 años, tenía apenas 20 cuando ella nació y al tomarla en brazos, además del infarto de amor, me asaltó la pregunta de “CÓMO PUDIERON…”, cómo se puede hacer daño a seres tan pequeños, que deberían provocarte toda la ternura del mundo….no lo entiendo.
Yo viví con mi hija mayor una maternidad lindísima y de harto esmero. Debí aprender mucho, y fue mi niña la que me enseñó, por ejemplo, cómo expresar cariño físico, algo que para mí era algo muy difícil. Yo era más bien cariñosa desde los gestos y actos, los detalles, jugar, darle un “baño de amor” en todo lo que pudiera. Pero el contacto físico me costaba. Gracias a ella aprendí a dar y recibir esa clase de cariño y es muy bonito poder decir que ese aprendizaje hoy
es un patrimonio en mi segunda maternidad, o en mi relación de pareja, o con las amigas. Mi lola mayor fue mi maestra de cariño, y yo siempre he sido muy obediente… (rie y se emociona)….
El centro ha estado en el CUIDADO. Conscientemente buscaba protegerla todo el tiempo, pero tratando de no transmitirle mis miedos. Solo mi proceso interno me permitiría con el tiempo percibir que Yo era capaz de cuidar, sin terapia, sola, y empoderarme como mamá. Pero al partir, comienzo que tenía muchos temores asociados a la Maternidad. El peor era llegar a ser como un Rey Midas al revés y hacerle daño sin querer a mi cría solo porque sentía que mi
historia me perseguía como una sombra.
Gracias a la terapia, mi mundo comenzó a aclararse, a definirse con mayor precisión. Y con aciertos y desaciertos, aprendí paulatinamente el proceso de calibrar la CONFIANZADESCONFIANZA y transmitir esa enseñanza a mi hija. Actualmente esta dicotomía está mucho mejor templada y cuando nace mi hija menor, hace 4 años, la situación es muy distinta. He vivido esta maternidad con menos sombras y mucho más aplomo, y una gran libertad en el
regaloneo, el cariño, la alegría de amar.
3.-¿COMO SUGIERES QUE LA SOCIEDAD ENFRENTE EL ABUSO SEXUAL INFANTIL (ASI) Y PARTICULARMENTE A LOS PEDOFILOS?
Siento que en este tema, lo he dicho antes, todavía estamos sacando agüita con las manos de un bote que se hunde en altamar. Chile está lejos de ser sólido como país en materia de protección de derechos del niño. Estamos “al debe”, no hay el sentido de urgencia, la voluntad y el compromiso que se necesitan, sobre todo en relación al CUIDADO. De ahí parte todo y el abuso se cruza todo el tiempo con el cuidado: se enseñan los derechos de los niños desde ahí, se previene desde ahí y cuando hay abuso, el fracaso mayúsculo es justamente un fracaso del cuidado. Todos fallamos, no solo la familia del niño, o sus entornos cercanos. Debemos hacernos responsables. Y de seguir en la omisión, esa complacencia se continuará pagando muy cara.
Ahora, frente al abuso, dos mensajes que no quiero dejar de repetir:
1. El abuso es aberrante, dañino y ningún niño debiera jamás pasar por esto, pero nadie está libre.
2. Se puede reparar y construir una nueva vida si has sido víctima de abuso.
El daño no tiene por qué ser una sentencia perpetua y nuestra actitud es clave en este sentido. Es muy distinto si tratamos a los niños desde la certeza del daño y victimización, que desd la confianza en sus resiliencias y su derecho a ser felices. Hay recursos que están en los niños, pero necesitan contar con los apoyos para activarlos y ponerlos al servicio de su sanación.
El problema, y no puedo creer que todavía deba insistir en esto, es que faltan muchos recursos para apoyar a los niños abusados. Los equipos apenas dan abasto para responder a la demanda de atención terapéutica infantojuvenil y no siempre se puede dar contención a las familias que la necesitan para así poder apoyar bien el proceso de sus niños. Ni hablar, tampoco, de la deuda ética con adultos ex víctimas de ASI que todavía no acceden a terapia.
La sanación es posible, a toda edad, pero en Chile eso no se dignifica como es debido. El sistema de salud, el Estado, deben responder.
Respecto de los abusadores, de los pocos que podrían rehabilitarse y no reincidir (con los más jóvenes, mientras antes se los trate, mejor pronóstico), no hay muchos lugares donde recurrir y hay resistencia a atenderlos de parte de los mismos especialistas. Es entendible, pero puede perderse la oportunidad de evitar que otro niño o niños sean abusados, y eso nos plantea una pregunta ética a quienes trabajamos en salud mental. Ahora, esto no tiene cura. Y dentro o
fuera de la cárcel, el monitoreo debe ser a permanencia, siempre existirá riesgo y de ahí que deba evitarse el acceso o cercanía con niños o jóvenes. Tomando en cuenta que en alrededor de un 80% de casos quien abusa es conocido, debemos hacernos cargo de este punto. Quizás quien abusó jamás sea procesado debido a la prescripción (esto debe cambiar), o puede ser perdonado y eso es prerrogativa de cada víctima. Pero la cercanía con niños es otra historia y
tenemos todo el derecho del mundo a no permitirla nunca más.
3. HABLEMOS DE PREVENCIÓN…
Eso: ojalá hablemos. Todos. Yo siento que todavía la prevención es una preocupación de personas que trabajan en abuso (profesionales, legisladores, municipalidades, sistema de salud, SENAME), las familias, y algunos colegios. Pero ¿escuchamos alguna vez, por ejemplo, hablar a un presidente de esto? Ha habido muchos casos de abuso, y cero comentario. ¿Cómo prevenir algo que ni siquiera se habla en voz alta? Y no hablo solo del abuso, sino de lo que cómo sociedad creemos o queremos para nuestros niños en materia de Cuidado. Se necesita una política central al respecto. Y aprender de la experiencia de otros países como EEUU, Canadá, Inglaterra o Australia donde hasta los medios participan gratuitamente para difundir contenidos. Todos se comprometen. Hay que seguir esos ejemplos y no temer hacernos cargo.
No vamos a llamar a la desgracia porque la nombremos, todo lo contrario: nos cuidamos mejor.
El silencio es el mayor obstáculo para superar el abuso.
En Chile tendemos a callar, disimular, no ser directos, o derechamente encubrir situaciones, como hemos visto que ha hecho la Iglesia, y varios colegios. El abuso nace en el silencio, el secreto; es lo primero que hay que derribar. Es un tema doloroso, por cierto, y difícil, pero no debería avergonzarnos. Hay mensajes devastadores de las familias cuando el abuso se devela años después de que ocurrió: “mejor que esto quede entre nosotros, los trapos sucios se lavan en casa, piensa en los demás, para qué hablar si ya pasó tanto tiempo, qué va a pensar la gente, cómo le vas a contar algo así a tus hijos, a tu esposa o tu marido, no te quedes en un lugar de víctima, mejor avancemos”. ¿Qué mensaje reciben los niños que pudieran estar siendo abusados todavía en esa familia, si observan reacciones así?
Otro argumento que escucho todo el tiempo es ¿cómo vamos a hablar de un tema como el ASI; para qué le voy a destruir la inocencia a mi hijo? Y es muy válido. Yo entiendo que es terrible tener que hablar a nuestros hijos del hambre en el mundo, la pobreza, las guerras, o el abuso infantil. Pero no podemos borrar realidades. El punto es desde dónde las abordamos: si desde el espanto y la desazón, o desde la lucidez y el empoderamiento para cambiarlas.
Prefiero lo segundo. Y si como mamás y papás hablamos de abuso es sobre todo por amor:
para dejarles claros a nuestros peques que los amamos y queremos cuidarlos y darles herramientas para que ellos también vayan aprendiendo a cuidarse.
Los niños aprenden de partida, con la forma en que nosotros los cuidamos. Reciben un mensaje claro de papás, profesores, o la sociedad entera sobre si cuenta lo que ellos sienten, su integridad, o si pueden confiar o no en nosotros para pedirnos ayuda.
Por eso es tan importante el tema, por ejemplo, de los derechos de los niños. Deberíamos conocerlos todos, y los niños especialmente. Ser contenido obligado en jardines y colegios. Si soy pequeño ¿cómo sé qué trato debo esperar, si no me cuentan o si no lo veo reflejado en todas partes? Y uno como mamá también se pregunta ¿de qué forma empodero a mi hija y le doy la confianza para hablar, preguntar, decir NO? No puede ser un trabajo solitario, tampoco.
Se necesita de todos.
El año pasado en una colaboración entre la Municipalidad de Peñalolén y Fund. Para la Confianza, se creó un decálogo de prevención del abuso (autores: Constanza Pinto, Vinka Jackson y J.A. Murillo, aquí les presentamos el documento original va adjunto para que veas tú cómo le haces link). Y hay muchos otros documentos y lugares donde informarnos. Usémoslos.
No esperemos a ver síntomas de abuso, bullying, o de otros sufrimientos de los niños, para actuar.
En una sociedad donde todos se preocupan por los niños, se generan círculos virtuosos. Todos ponemos más atención, los papás se vuelven más atentos, los profesores también, los vecinos, los pediatras. Y los niños son los más favorecidos.
4.- QUÉ PODEMOS SUGERIR A MADRES Y PADRES RESPECTO A PREVENIR EL ABUSO
¿Cómo cuidamos, cómo prevenimos, cuáles entornos positivos necesitan los niños…cómo crecen mejor? Los padres tenemos que hacernos estas preguntas continuamente. El tema de la prevención es un tema que se planea y sobre el cual se reflexiona y decide, no es improvisado.
La casa es un lugar privilegiado para enseñar autocuidado, y los niños si ven que los padres se cuidan, hay respeto, espacios y límites, ellos replicarán este modelo. Estamos preparándolos para muchas cosas, queremos los mejor para ellos, que sean bien tratados y traten bien, que no se expongan a relaciones ni entornos abusivos de ninguna clase, que cuiden su dignidad e integridad.
No podemos olvidar que estamos todo el tiempo enseñando. Nuestras formas de cuidar tienen que ser muy claras en relación al respeto mutuo y de los límites. Todo lo que hacemos y cómo nos comportamos las madres y madres define un estándar. Los niños irán asimilando ese estándar para ellos mismos, y también les enseña lo que pueden y deben esperar de otros adultos, o de otros niños también.
Insisto en la importancia de que los peques sepan que son sujetos de derechos. Eso también parte por casa. Si ven que su familia participa en la comunidad, el colegio, que se preocupan por temas de valor cívico o ético, o al menos se conversan, se instala una mirada sobre la dignidad humana que es esencial como suelo para prevenir, para sentirse “autorizado” a decir no, a poner límites.
Hay que habilitar y empoderar a nuestros peques desde siempre. Que puedan decir “NO”, “no gracias”, y ojalá esas sean de las primeras palabras que aprendan. Si los niños y las niñas pueden asimilar el “NO, NO QUIERO” o “NO, GRACIAS” como parte natural de las relaciones humanas, y un derecho saludable, lo dirán a personas que les provoquen incomodidad, o el día de mañana a quien corresponda (pololos violentos, amistades invasivas, gente que abusa de su confianza, que no los trata con respeto).
Creo que en Chile no se enseña mucho a los niños a ser asertivos y decir “NO” o “hasta aquí”, incluso a sus propios padres. Muchos padres dicen “yo le pongo límites a mi hijo”. Bien. Pero se sorprenden cuando una les pregunta sobre si eso es recíproco; si sus hijos pueden decirles que NO a ellos, o a otras personas. En Chile, por ejemplo, tenemos un mar de “tíos” que no son tales, y se obliga a los niños a saludar de beso a medio mundo cuando igual se puede ser cordial con un saludo amable (buenos días, buenas tardes, hola!). Luego vendrán confianzas y afectos, pero con calma, y no indiscriminadamente.
El niño debería poder elegir a quién le expresa cariño y a quién le va tomando confianza, y a quién NO. Nosotros los guiamos, pero ellos tienen que poder hacer sus distinciones; saber que los límites son un ejercicio bilateral, que los adultos no son todos queribles o confiables per se.
Por eso hay que permitir al niño ir conociendo su eje, atender a sus alarmas y distancias, ir explorando lo que les gusta-disgusta, qué o quién los hacer sentir bien o tranquilos, o inquietos y a disgusto (aunque no sepan bien por qué), ir diferenciando sensaciones y señales. Los padres plantean que quieren enseñarles a sus hijos a no “ser pasados a llevar”, pero al educarlos, les quitan poder y muchas veces, con o sin intención, ellos mismos los están pasando a llevar.
Un pilar de prevención imprescindible es el tema del cuerpo. Que los niños conozcan los límites de su corporalidad, de sus afectos. Eso lo enseñamos en casa. Los límites corporales parten de chiquitos, de recién nacidos. La forma de tomar, de tocar, al vestir y desvestir, mudar, etc. Ir contándoles lo que estamos haciendo, pedir acceso, decir gracias. Siempre cuento del pediatra indio de mi hija menor en EEUU, que desde el primer día examina a los peques con delicadeza
y un baño de palabras, explicando cada procedimiento, los nombres de las partes del cuerpo, pidiendo permiso, haciendo el gesto del namasté al terminar el examen. Ojalá todos tuvieran esa reverencia y respeto por los cuerpos de los más pequeños. Esa imagen la llevo siempre conmigo. Yo ya crié una hija, pero ahora estoy de nuevo en el mismo camino y quiero que mi hijita chica, igual que la mayor, se acostumbre a ese respeto y delicadeza, y no espere ni un
milímetro menos de eso en el mundo.
Para mí es todo un tema. Y puedo ser exagerada, quizás, pero para ir definiendo el espacio corporal e íntimo del niño, yo hago distinciones muy precisas entre cuerpos grandes y pequeños, porque es vital transmitir a los niños que sus partes íntimas están fuera de límites de un modo distinto que los brazos o los pies. Es un desafío, pero con los trajes de baño o la ropa interior, podemos ayudarnos como “señalética”. Y enseñar todo: todas las partes, funciones (mi chiquita habla hasta de neuronas y creen que son “las flores de la cabeza”), y no evitar enseñar los nombres correctos de las partes íntimas, esto es central. En casos de denuncia por ASI, hay testimonios de niños que no han sido admisibles por confusiones en este sentido, y el abusador ha salido sin consecuencias.
Muchas mamás y papás podrían pensar que insistir en los límites esto es excesivo, o transmite un mensaje intimidante sobre el cuerpo o la sexualidad. En mi experiencia, todo está en el tono y energía que uno pone. Si es desde el cuidado, no hay tensión. Lo veo en mi lola mayor, que tiene 24, y goza de una sexualidad sana, feliz y amorosa. Ese fue el mensaje todo el tiempo. Y en talleres de educación sexual para niños que di en EEUU, la aproximación también fue desde
ahí: nuestra sexualidad merece todo el amor y atención; es un territorio de salud, bienestar, de misterio también. Pero todo a su tiempo, con respeto por el propio cuerpo y el del prójimo; con mucha responsabilidad también.
Los niños serán jóvenes, y luego adultos plenos. Una esperaría que transiten las etapas hacia una sexualidad plena, de manera suave, clara. Bañarse con los críos en la prepubertad, como a una le cuentan muchas mamás o papás que lo hacen, no sé, a mí me resulta confuso. Pero cada familia elegirá sus estándares, ojalá de forma no improvisada; que se converse, que los papás se pregunten en cada etapa si esto que hacemos aporta, aclara o quizás confunde; que
vayan tomando el pulso del niño.
Yo soy una mamá (conozco varias) que se baña en bikini con su cría y ella jura que la tina es la piscina puertas adentro =). No es que jamás vaya a ver a su mamá desnuda, pero necesito enseñarle a “dibujar” internamente –y también externamente- sus límites corporales, su espacio de privacidad y autocuidado, incluso conmigo. Por eso también le enseño quiénes pueden mudarla o ayudarla cuando va al baño. Y hago distinciones entre camas de “grandes” y la de los chicos, y no es lo mismo sobre o bajo las sábanas y esto último se evita. O los besos en la boca, que para mí son propios de las parejas.
No quiero confusiones dentro de mi casa y tampoco fuera. Necesito que el mensaje del cuidado y autocuidado sea asimilado por mi cría como un hábito y un instinto. Porque luego ¿qué pasa si un tío o el papá de una amiga les propone acostarse a ver TV o bañarse con ella? Mi hija chiquita debe poder decir No, o “no, gracias”. Y ha debido afinar que a veces no es opcional la cosa, como cuando hay que cepillarse los dientes o ponerse zapatos para salir. Pero tiene límites elementales y ya antes de los 3 años, estaba juntando la puerta del baño (obvio que sin pestillo) y administrando sus saludos.
Si pensamos que en la mayoría de casos de abuso el responsable es un conocido o un familiar (y hay de todas las edades), las madres y padres debemos estar muy atentos al cuidado: en almuerzos familiares, visitas, plazas o parques, saber dónde van nuestros hijos, a qué casas de otros apoderados o vecinos, también. Lo mismo en relación a jardines y colegios.
A mí me sorprende que todavía en Chile hay mucha preocupación de algunas mamás y papás –lo veía en el jardín de mi hija- porque sus hijos queden en un equis colegio. Es válido, pero me pregunto cuántos papás preguntan a los colegios explícitamente sobre sus planes de prevención o intervención en caso de abuso sexual, o bullying. O simplemente de catástrofes naturales. O cuántos preguntan sobre chequeo de antecedentes de las personas que trabajarán con nuestros niños. Ahora por lo menos será posible la consulta de un Registro Nacional de Pedófilos sobre el que se legisló la semana pasada. Tenemos que conocer esa ley
( http://www.cooperativa.cl/congreso-despacho-proyecto-que-crea-registro-nacional-depedofilos/ prontus_nots/2012-05-17/183822.html) y todas las leyes que nos conciernen como papás, por el cuidado de nuestros hijos. En todo ámbito.
Siguiendo con los jardines y colegios, los papás deberíamos tener acceso a recintos y salas para ver cómo se despliega el cuidado. No hablo de una situación poco menos que “policial”, sino de un derecho observado en EEUU que me parece lo más lógico del mundo: poder observar (en las salas, hay una fila de asientos al fondo por si uno quiere ir y estar en una clase; además de las cámaras). Uno no va a cada rato, pero si hay una situación que te preocupa o si simplemente te interesa ver qué pasa en equis contexto, se puede. Esto sería positivo para nosotros, para los niños y también para los profesores que tienen buen trato, ya
que recibirían muchas felicitaciones !!…digo yo (ríe)
Y no solo hay que poner atención sobre el lugar donde estudian nuestros hijos, sino conocer a los apoderados, a otras familias. Si están invitados donde un compañero, llamar a los papás, no temer hacer preguntas. La gente entiende cuando una está empeñada en el cuidado. Yo era capaz de salir a las 2,4, de la mañana, para ir a buscar a mi hija y si no, anotaba patente, licencia y RUT de taxistas si iba con sus amigas en radiotaxi. Fiestas en locales, las visitaba
antes del día del evento y pedía hablar con alguien. Lo mismo en actividades extraprogramáticas, scouts, pastorales, deportes. Y en internet y con el computador la política fue progresiva, quince minutos un año, media hora el siguiente, super regulado los contactos y sitios, no por desconfianzas con ella, sino por quién podía estar detrás, diciendo que tenía 11 años cuando en realidad tenía 50.
Yo no dejé de fomentar la autonomía de mi hija mayor (ni de la chiquita ahora). Exploró, viajó, tuvo una niñez y adolescencia bien enriquecedoras, pero yo igual estaba encima y las condiciones eran claras y ella entendía. Podía darle un poco de plancha o risa, o reclamar justamente (como cuando me demoré en autorizar viajes solas en micro) pero hasta el día de hoy valora los gestos del cuidado. Y ahora son repertorio suyo y ella cuida a otros también.
Creo que la mayoría de los niños y jóvenes pueden valorar y preferir una mamá y papá a quienes les importa a qué hora llegas, en qué estado, o quién te trae. La indiferencia se siente como descariño. Y encima, es sabido que abusadores y pedófilos buscan a niños a quienes ven más indefensos o más solos.
Ahora, a pesar de todas las medidas que tomemos y que el niño tengo algunos recursos para defenderse, nadie está libre. La vida tiene accidentes, y con la mayor precaución, igual podemos estar expuestos. Pero si llega a ocurrir una situación de abuso, por favor no olvidemos que la responsabilidad es siempre del ofensor. Que nadie se pregunte si quizás el niño o niña se expuso demasiado o dio señales equívocas de nada; que nadie le pida que por proteger al adulto, mejor calle. No podemos agregar culpa encima del trauma que ha sufrido un niño. Nuestro deber es cuidarlo. No dejemos de conversar, ni de escuchar a nuestros niños. No esperemos una situación límite para acogerlos. Estemos atentos a diario. Respondamos a las señales de malestar o sufrimiento, a todas. Y en situaciones que quizás a nosotros nos parezcan menos graves, no minimicemos. Si un niño siente confianza para contarnos el problema más pequeño, eso debería ayudar si el día menos pensado debe compartir con nosotros algo más tremendo o doloroso.
Vinka termina la entrevista planteando que hay mucho por hacer, y los grandes tenemos la mayor responsabilidad. No tenemos derecho a IMPROVISACIONES en materia de abuso, por favor, ya no más. Tenemos que cuidarnos entre todos. Las políticas centrales, los procedimientos de prevención en instituciones, las conductas de los adultos, todo debe apuntar hacia lo mismo: Que los niños y jóvenes se sientan cuidados, que sepan que nos importan. Con todo lo que sabemos hoy, no tenemos pretextos para ser lentos ni indiferentes.
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