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Podcast Revista Sábado: “Erika sobreviviendo a Olivera”
Dos días después de ser designada como la abanderada chilena en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro en La Moneda, la maratonista fue a un cuartel de la PDI en Recoleta para estampar una dolorosa denuncia: que fue violada por su padrastro, el que le dio el apellido, por más de 10 años, de los 5 a los 17. Días antes le había entregado a “Sábado” con detalles el relato más brutal que recuerde el deporte chileno de élite.
Autor: Rodrigo Fluxá
Publicado el 2 de julio de 2016
Conduce: Juan Carlos Fau
Invitada: Vinka Jackson
Lectura de texto: Macarena Fernández
Producción general: Felipe Gajardo
Montaje: Max Looff
Fuente: Podcast Revista Sábado.
La cruzada de Vinka y James
Un niño o adolescente que ha sufrido abuso sexual puede demorarse 20 años en elaborar lo vivido y sacar la voz para contarlo. Recién ahí, con suerte, pensará en denunciar. Pero para la justicia ya es muy tarde: en Chile estos delitos tienen un plazo de prescripción de 10 años desde que la víctima es mayor de edad. “La ley hoy protege al abusador”, dicen James Hamilton y Vinka Jackson, ambos sobrevivientes de abuso, y quienes están jugándosela para que la legislación cambie y estos delitos sean considerados imprescriptibles. Aquí, sus argumentos.
El departamento de Vinka Jackson (48), ubicado en un edificio en Providencia, tiene muchos dibujos de niños y un balcón lleno de libros y juguetes donde ella y James Hamilton (50) se explayan sobre la cruzada que han emprendido juntos: sensibilizar a las autoridades y a la ciudadanía sobre la importancia de un cambio legal para que el abuso sexual infantil tenga carácter de imprescriptible.
–Es lo que nos toca. No voy a luchar por un cambio en la ley de pesca que es algo que desconozco. Pero del abuso sexual sí sé, igual que Vinka. Por eso tenemos mérito para hablarlo y desde ahí contribuir– dice Hamilton tomando un vaso de bebida y encendiendo un cigarro.
James Hamilton es el cirujano que puso de cabeza a la Iglesia Católica chilena al denunciar al sacerdote Fernando Karadima por abuso sexual, primero en un proceso eclesiástico y, luego ante la justicia civil, junto al periodista Juan Carlos Cruz y al filósofo José Andrés Murillo. Tras ese duro periplo, que incluyó revelar en televisión su impactante testimonio en el programa Informe Especial, la justicia dictaminó que los hechos denunciados sí habían ocurrido, pero que estaban prescritos.
Vinka Jackson es la sicóloga que, en 2007, publicó Agua fresca en los espejos, un conmovedor testimonio en que relata el incesto y abusos sexuales vividos y su esfuerzo por sanar. No llegó a hacer una denuncia ante la justicia, porque su padre alcohólico murió antes de que ella pudiera siquiera plantéarselo: se suicidó cuando Vinka tenía 18 años. La experiencia vivida ha determinado los caminos que ha elegido: estudiar Sicología, vivir por varios años en Estados Unidos, trabajar en prevención y tratamiento del abuso sexual y, en el último tiempo, ya en Chile, centrarse en difundir la ética del cuidado. De hecho publicó Mi cuerpo es un regalo, un libro ilustrado para que las madres y las educadoras enseñen a los preescolares prácticas sobre buenos tratos y la prevención del abuso infantil.
Este viernes ambos visten muy elegantes. Ella con un vestido negro y tacos. Él con terno azul y corbata. Vienen de La Moneda donde se reunieron con el ministro secretario general de la presidencia, Nicolás Eyzaguirre, a quien le entregaron la carta ciudadana, a la que han adherido siete mil personas, en la que explican por qué la actual legislación, por los plazos tan acotados de prescripción que establece, les niega la justicia a las víctimas de estos delitos.
El objetivo al que apuntan sus empeños es que se ponga urgencia al proyecto de ley de imprescriptibilidad, presentado el 2010 y actualmente en manos de la Comisión de Constitución de la Cámara de Diputados cuyos integrantes decidirán si se aprueba o no la idea de legislar sobre esta materia. El proyecto fue desarchivado en julio recién pasado cuando la atleta Érika Olivera, a sus 40 años, relató en una entrevista que fue violada de manera reiterada durante su infancia por su padrastro, a quien denunció en paralelo ante la justicia; hechos que probablemente también se consideren prescritos.
¿Cómo les ha ido en esas reuniones?
Vinka: Entregamos una carta de apoyo ciudadano con casi 7 mil firmas a representantes de los tres poderes del Estado: Legislativo, Ejecutivo y Judicial. Con el diputado Guillermo Ceroni, el ministro Eyzaguirre y con el presidente de la Corte Suprema, Hugo Dolmestch, tuvimos una buena recepción y vemos que existe voluntad para analizar el tema.
James: La entrevista con Hugo Domestch fue una muy buena reunión, nos recibió más de una hora. Fue extremadamente respetuoso, cariñoso, atento. Fue también un proceso reparador. Nos ofreció su ayuda y la disposición a armar un equipo de trabajo para avanzar en el tema.
En esos encuentros, ¿les exponen sus experiencias personales?
Vinka: No. Hacemos una argumentación global, hablamos sobre experiencias compartidas por miles de personas. Pero si nos preguntan, damos algún ejemplo autobiográfico.
James: Este no es un proceso en el que nos vayamos a ver beneficiados, no. Tampoco nos presentamos como víctimas. Damos argumentos sólidos para tratar de modernizar la justicia chilena con el objetivo de prevenir el abuso sexual, porque hay que recordar que el abusador es reiterativo. Si abusó de alguien que no pudo denunciar, o no fue capaz de hacerlo, sigue abusando de otras personas.
¿Cuáles son las ideas que están tratando de instalar?
Vinka: He trabajado como sicóloga este tema con niños y con adultos sobrevivientes. Y negar de entrada la oportunidad a alguien de decidir recurrir a la justicia es un impedimento para la reparación. En Estados Unidos y otros países del Hemisferio Norte, como Canadá, se han revisado y hasta eliminado plazos de prescripción porque efectivamente se trata de crímenes diferentes, por la edad de las víctimas. Empujar esta causa tiene que ver con la reivindicación de un derecho humano al tiempo.
¿Qué quiere decir el derecho al tiempo?
Vinka: Estos son crímenes donde las víctimas no tienen cómo comprender las vivencias en las que se han visto involucradas. Los niños entienden la ternura, pero no tienen cómo leer lo sexual-adulto ni cómo defenderse ante esa confusión, y aun para adolescentes, si el terror de ese sufrimiento está instalado, la parálisis será similar. Si no existen las condiciones para comprender que se trató de un crimen, no se puede elaborar un relato, y sin relato no hay denuncia. Las víctimas necesitan tiempo para elaborar una denuncia. Negarles eso es negar el derecho a justicia.
James: Además, hay dos factores críticos que son terribles. Uno, ese niño o niña no tiene adónde ir, adónde escapar. Depende muchas veces del adulto que lo abusa: tiene con él una dependencia material, educacional, de vivienda, de alimentos, de todo. Entonces vive en una cárcel perpetua. Y dos, no se reconoce como víctima, no logra identificar que lo vivido es un delito y quien lo cometió es un victimario. Eso, demora mucho tiempo.
¿De cuánto tiempo estamos hablando?
Vinka: Pueden ser décadas. Hasta entrada la adultez, pero hay personas que mueren sin contar. En mi caso la decisión de ir a terapia se la debo al nacimiento de mi hija, y el proceso fue lento, 12 años. Llegar a ser capaz de articular un relato frente a personas cercanas, sin desarmarse, fue cerca de los 40 años. Tenía 38 cuando publiqué Agua fresca en los espejos, alentada por Mario Pacheco, mi terapeuta, porque podía servirles a otros. Y es cierto, a mí me ayudó, por ejemplo, la voz de María José y Ángela Prieto cuando contaron que habían sufrido abuso de niñas. Pensé: si ellas fueron tan generosas y valientes de compartir su historia y mostrar que el abuso es transversal en la sociedad chilena, debía haber muchos casos silenciados y había que ir dando espacio a todas esas voces.
“La ley no puede ser tan ciega y los legisladores tan ignorantes de no darse cuenta de que el pedófilo es insaciable. No tiene reparación. A este tipo cuando se le escapa una víctima, busca otra”, dice James Hamilton.
TERAPIA Y AMOR
James, ¿cuánto tiempo te tomó a ti elaborar y entender lo que había sucedido y ser capaz de hablarlo?
James: Desde el primer evento de abuso, a los 17, sentí el dolor, la incomprensión, la desestructuración. De súbito una persona que es el garante del bien adapta la moralidad y la ética para su beneficio, y uno cae, y tantos otros adolescentes, porque el abusador prepara el terreno. Arma una red. Aunque tengas el instinto de escapar, es como una araña que te atrapa. En este proceso, como el otro representa la imagen del bien, vas focalizando el mal en ti; es algo muy autodestructivo. Recién cuando sales de eso, inicias el proceso de entender lo sucedido.
¿Cuándo pasó eso?
James: Me pasó de viejo. Tenía 38, 39 años. La gente dice: “pero este gallo ya estaba grande”. La gente no entiende nada, no sabe lo que pasa. Un factor fundamental fue descubrir que había más víctimas. Y ahí hay otro tema importante: la ley no puede ser tan ciega y los legisladores tan ignorantes de no darse cuenta de que el pedófilo es insaciable. No tiene reparación. Cuando se le escapa una víctima, busca otra.
¿Cómo hiciste el clic para entender que no había sido tu culpa, que tú eras la víctima?
James: Con la terapia, con Gracia García. Hice 12 años de terapia, tres veces a la semana. Necesitaba descubrir qué me había pasado y que alguien, ultra calificado, contrarrestara mi narración, que hasta ese momento era que eso había pasado por mi culpa. Ella me ayudó a reestructurarme internamente porque hay toda una estructura mental que tienes que reordenar, reconectar miles de neuronas que te vayan mostrando el mundo de manera más adecuada.
¿La reparación se la deben a la terapia?
James: Y al amor. Porque lo primero, en la raíz de todo esto, está el verme querido por alguien. Descubrirme como una persona que tenía derecho a ser querida. Eso se lo debo a mi mujer: Valerie. Cuando me veo en los ojos de ella, veo su amor, descubro que puedo ser querido. Ahora, el amor solo, no sé si logra reestructurarlo a uno internamente. Por eso hoy, en mi experiencia, creo que la terapia es un derecho.
Vinka: Es como dice Jimmy. Hay un verso que lo resume, de Gabriela Mistral: “si tú me miras, yo me vuelvo hermosa”. En los ojos amorosos de otro, y también los propios, poder verse distinto. A mí la mirada amorosa me la dio maternidad, mis hijas Diamela y Emilia. Y la terapia, que fue una tremenda ayuda. Por eso creo tiene que ser un derecho. Hoy tiene un valor prohibitivo para muchas familias y el sistema público no da respuesta; los programas de reparación tienen listas de espera casi equivalentes a los pacientes que están atendiendo, y en la salud privada, no existe cobertura para una terapia así de larga. Sin política de salud mental en el país, siquiera, ¿cómo vas a reparar un trauma tan grave que afecta a miles de niños, familias, sobrevivientes adultos? Esa es otra deuda ética del Estado de Chile.
“Es terrible, porque cuando llegas a la justicia te das cuenta de que está llena de obstáculos. Y ahí hay otro punto: la gente que ha sido abusada se siente sola y eso te impide luchar. Por eso hoy la justicia es un camino casi imposible de recorrer para un niño abusado. Eso lo tenemos que mejorar”, dice James Hamilton.
¿Por qué afirmas que el Estado tiene una deuda ética?
Vinka: Son 26 años de democracia y el trato a los niños, veamos lo del Sename solamente, es desde el desdén, no desde el aprecio por sus vidas. En abuso sexual, el problema no es individual o de una familia, sino de la sociedad. A Chile se le ha pedido más de una vez, la última en 2015, que estos delitos sean penalizados efectivamente, que la justicia no revictimice a los niños y que se establezca la no-prescripción. Y seguimos esperando.
James, tú y los otros demandantes del caso Karadima tomaron el camino judicial. Aunque lograron que se reconocieran los hechos no hubo pena, porque estaban prescritos. ¿Qué lectura hiciste de eso?
James: Fue muy terrible porque cuando llegas a la justicia te das cuenta de que te encuentras con un nuevo obstáculo. Nuestro recorrido fue súper largo. Tuvimos un investigador excepcional y dedicado como fue el fiscal Xavier Armendáriz pero que fue rápidamente removido por el fiscal nacional. Luego esto pasó a uno de los últimos tribunales de la justicia antigua donde fue sobreseído por probable prescripción. O sea, nos fuimos encontrando con que el Estado no solo no nos ayudaba y protegía, sino que nos ponía trabas que parecían insalvables. Gracias al empeño de Juan Carlos, José Andrés y en particular de nuestro abogado Juan Pablo Hermosilla, fuimos empujando esto a veces sin esperanza de que la justicia llegara. Hubo que generar remezones públicos, en entrevistas como la de Tolerancia Cero o en opiniones muy duras a veces contra la Corte Suprema, para que la misma corte en un momento decidiera nombrar a un juez en visita.
Era como para darse por vencido.
James: Sí. Te sientes desamparado. Además, que hay otro punto: la gente que ha sido abusada se siente sola. El gran factor que a nosotros nos ayudó fue entender que habíamos sufrido el mismo proceso; que había muchas víctimas. Eso te da fuerza. Pero cuando estás solo, esa soledad, la falta de energía, el dolor te impide tener la capacidad de ir a enfrentar y luchar por justicia. Entonces hoy en día es un camino casi imposible de recorrer para una niña o niño abusado y eso es lo que nosotros tenemos que mejorar.
“He escuchado tantas historias de víctimas y sobrevivientes, y es inevitable el juramento interno: que nadie más lo viva, que esto se extinga y que seamos los últimos de esta tribu”, dice Vinka Jackson.
PRÓTESIS PARA EL ALMA
¿Por qué decidieron llevar la bandera de impulsar el cambio a la prescripción, si este no los beneficiará?
James: En mi caso esto es full vivencial. Porque yo viví tortura. Cuando se afirma que los abusos sexuales a menores son crímenes de lesa humanidad, como ha señalado un informe de Naciones Unidas, lo entiendo con el corazón, con el alma, con todo.
Empatizas con los niños que están en esa situación.
James: Cuando uno ve que un niño del Sename se suicidó, no es solo por problemas familiares o de pobreza. Es por el desamparo y la soledad porque, puedo asegurar, ese niño o niña ha sido abusado. Agregado a esto hoy tienes un Estado que no te protege. No te ayuda. No te escucha del punto de vista legal. Entonces es una doble tortura. Mi motivación tiene que ver con la empatía con el otro que sufre. Y también con la protección de mis hijos. Porque seguir así es aprobar esta especie de protección cultural del abuso.
Vinka: La prescripción al único que le sirve es al abusador. Perpetúa la dinámica de sometimiento y ese es el mensaje que las víctimas reciben: ¿quién va a creerme?
Y en tu caso Vinka, ¿qué te motiva a implicarte en esta causa?
Vinka: El amor por la vida, la rebelión desde ahí, porque veo a los niños, a mis hijas. Ningún ser humano que llega al mundo y está creciendo debería sufrir ni ser desprotegido. He escuchado tantas historias de víctimas y sobrevivientes, y es inevitable el juramento interno: que nadie más lo viva, que esto se extinga y que seamos los últimos de esta tribu ojalá, que de una vez cuidemos a los más indefensos, que nos cuidemos todos.
Por qué usas el termino sobreviviente de abuso, ¿Esa es la sensación? ¿Cómo si hubieras sobrevivido a una guerra?
Vinka: Sobreviviente es la palabra universal. Pero sí, también se siente como una guerra. De niña vi un reportaje sobre Hiroshima y mostraba la imagen de una mujer y un caballo desollados; nunca lo voy a olvidar. Yo tenía unos 8 años, y así me sentía.
James: El abuso se vive como un ataque inexplicable. Es como una explosión que te ocurre dentro. Una explosión interna. Un desgarramiento.
Vinka: Hay niñas y niños que terminan muertos por el abuso sexual. Estamos viendo hoy mismo cómo la violencia sexual cobra vidas. Pero cuando las víctimas sobreviven, siempre existe la posibilidad de sanar. Se necesita tiempo sí, y verdad. Y un círculo de cuidado, con gente amada y todo el colectivo, para poder reescribir la historia, “recuperar los derechos de autor” sobre la propia vida, un término que se usa mucho en terapia.
James: Ahora, yo creo que ser sobreviviente sí equivale a ser feliz. No significa que quedaste mutilado a perpetuidad. Puedes ponerte prótesis en el alma para poder caminar. Ser sobreviviente significa que, a pesar de la destrucción interna, los seres humanos a base de amor y justicia tenemos la capacidad de sanarnos los unos a los otros. Solo no se puede. Nadie sobrevive a un desgarro así, solo.
Fuente: Entrevista en Revista Paula 05/11/2016
Entrevista Verdadera 20/09/2016
Vinka Jackson y James Hamilton fueron entrevistados por Beatriz Sánchez en “Entrevista Verdadera”.
Desgenerando – Radio U. de Chile 24/04/2016
Vinka Jackson habló en “Desgenerando” sobre la situación actual de los niños del Sename, a propósito de la muerte de una niña en un hogar de menores.
(Enlace al podcast en la web de Radio Universidad de Chile)
‘Podemos hacerlo mejor con las nuevas generaciones’ – La Tercera
Entrevista publicada en La Tercera 31/10/2015
Más temprano que tarde, los padres saben que tendrán que hablar de sexo con sus hijos y, aunque no hay fórmulas perfectas, esta sicóloga, experta en cuidado y prevención de abuso, nos entrega algunas pautas que pueden ayudar a desenredar algunas madejas.
¿De dónde vienen las guaguas? o ¿qué es el sexo? son preguntas que los niños hacen en algún momento, y que pese a que la sociedad se presume más abierta y hay mucho más acceso a toda clase de información, siguen complicando a muchos padres y profesores.
Qué contestar, hasta dónde explicar o qué es lo más adecuado para cada edad son dudas que muchos adultos comparten y que, dadas las últimas cifras del Ministerio de Salud, que muestran un aumento del 74 por ciento en el contagio de VIH sida entre los jóvenes de entre 15 y 19 años, más vale abordar.
A la sicóloga Vinka Jackson la mueve la ética del cuidado. Lleva años llamando la atención sobre el abuso infantil pero, a la par con eso, ha centrado parte importante de su trabajo guiando a familias y docentes en Chile y en Estados Unidos, para que los niños y adolescentes puedan aprender de sexualidad de manera saludable.
La autora del libro Mi cuerpo es un regalo asegura que no hay fórmulas perfectas, aunque hay ciertos conceptos básicos: cuidado, consentimiento y “respuesta suficiente”, una idea que repite varias veces y que apunta a no evadir las preguntas, pero a la vez a no entregar más información de la que un niño necesita. Una idea que parodia un video que utilizan muchos colegios en charlas de educación sexual con padres y que muestra a una complicada mamá dándole una serie de explicaciones confusas y nerviosas a su pequeña hija que le acaba de preguntar qué significa “virgen”, para sólo al final darse cuenta que la niña está mirando una botella de aceite de oliva.
“Muchos padres y madres nos desbordamos o nos restamos, porque existe mucha información y queremos hacerlo bien. Es un real desafío encontrar la respuesta acorde a la edad y a las características de cada niño o niña, que no abra más puertas de las requeridas, pero que tampoco los deje con menos orientación de la que necesitan”, explica la sicóloga.
¿La clave parece ser entonces cuándo y cuánto?
Justamente. No tenemos que apurarnos ni entregar un tratado de sexualidad humana a los cuatro años. El criterio recomendado es información adecuada para cada etapa y orientarse a posponer la edad de inicio de las relaciones sexuales. No desde una lógica conservadora o represiva, sino por cuidado, para dar tiempo de madurar y estar mejor preparados. Esa cadencia me parece sana e inteligente, no cartucha ni irrealista. Y la respuesta suficiente se aplica para todo tipo de preguntas, por ejemplo, ¿de dónde vienen las guaguas? o ¿qué es ser gay?
¿Cómo se logra ese equilibrio?
Una pregunta siempre necesaria es cómo fue o cómo me habría gustado que fuera mi educación sexual y cómo vivo ahora mi sexualidad. Eso nos da una base para hablar con los hijos. El imperativo de educar existe desde el primer día con información correcta y útil, lo que no excluye expresar nuestras opiniones o establecer límites, pero sin juzgar ni negar conocimientos.
Muchas personas que hoy tienen niños chicos se quejan de que ellos no recibieron una educación sexual muy abierta y no tienen un modelo claro ¿cómo pueden enseñarles a sus hijos?
Cierto, nos guiaron poco, o nada. Algo nos llegó desde clases de ciencias naturales y la familia, pero casi siempre en tono negativo: peligro, daños a la reputación, pecado, culpa, embarazos precoces, contagios. Sin mención a la felicidad, el placer, las emociones y menos, al consentimiento. Estoy convencida de que podemos hacerlo mejor con las nuevas generaciones.
¿Cuán teñida está la educación sexual por el tipo de colegio?
Las posiciones morales no pueden superponerse al imperativo de cuidar y educar. Desde una diversidad de familias se puede compartir con los hijos el que “nuestra tradición cultural, o bien, la religión que profesamos recomienda…” e incluso “nosotros como familia preferimos…”, pero esto no puede interferir la entrega de información crítica sobre salud sexual, autocuidado, derechos reproductivos, métodos anticonceptivos y el ejercicio del consentimiento.
Naturalidad y privacidad
Para la sicóloga, en la educación sexual el rol de los padres y madres es fundamental: “Los estudios con niños y adolescentes siguen mostrando que reconocen a sus familias y profesores como fuentes preferidas de orientación en la sexualidad. Después vienen sus pares e internet. Me parece un dato maravilloso que seamos la primera opción”, dice, pero aclara que la educación sexual no comienza con una conversación determinada, sino que desde el primer día. “Desde que nacen, lo corporal y la sexualidad están presentes. Ya estamos educando desde la forma en que nosotros interactuamos con los cuerpos de nuestros hijos o con nuestra actitud cuando ellos comienzan a tocarse, lo que es completamente esperable y por lo mismo no debe prohibirse ni censurarse, pero sí reforzar, en la medida que van entendiendo que existen espacios privados y públicos para distintas actividades. Y lo que es fundamental es que este tiene que ser un esfuerzo integrado entre las familias y los jardines infantiles y colegios”.
¿Cuándo hay que abordar el tema explícitamente?
En la medida que vayan surgiendo preguntas o se vayan instalando temas a nivel familiar o escolar. Si un niño no pregunta nada o muy poco, cerca de los ochos años, es recomendable abrir uno mismo la conversación.
Las familias son distintas y hay algunas que son más pudorosas que otras, hay papás, por ejemplo, que se bañan con sus hijos y otros que se sentirían muy incómodos con eso: ¿cómo se manejan esas variables?
Recordemos que los más chicos repiten lo que ven y lo llevan a otros espacios, incluso con familias que no comparten esas dinámicas. Es necesario respetar la diversidad, pero también evaluar si ciertas prácticas ayudan al autocuidado de los hijos cuando no estamos presentes. La pregunta es de cada familia.
¿Cómo lo hiciste tú con tus hijas?
Hice hincapié en el respeto mutuo, la privacidad del baño, dormitorios, la cama de los grandes y la de los chicos, que el beso en la boca era para las parejas y no con los niños, y si había que bañarse con ellas, lo hacía con traje de baño, uno, por las grandes diferencias entre cuerpos adultos e infantiles, pero sobre todo para remarcar el concepto de “partes privadas”, las que cubre esta prenda o la ropa interior, y eso es muy importante en los protocolos de prevención.
¿No lleva eso a tener una relación poco natural con el cuerpo?
Depende de la carga que uno le ponga o qué entendemos por “natural”. Si uno habla del cuerpo con respeto, con maravilla, si haces cariño y tratas bien, si te sientes cómoda en tu piel, eso es mucho más marcador que cuán desnudos o no andemos o si saludamos a medio mundo de beso o no.
¿Es bueno que los niños sepan que sus papás y mamás tienen vida sexual, personalizar las explicaciones en “cuando el papá y la mamá…?
En niños pequeños, la pertinencia de esa información es escasa. Sí les hace bien saber que sus papás o mamás se quieren. Conforme crecen y otras conversaciones avanzan, quizás pregunten si los papás y mamás se hacen cariño, si tienen sexo y eso está integrado en la relación de pareja. Es sano. Y también es sano responderles a ciertas preguntas con un “esto es privado o personal”, porque no es obligación compartir los detalles de nuestra vida íntima. Estamos enseñándoles ese límite también.
¿Cómo abordar la existencia de la homosexualidad?
Hay que partir instalando el concepto de diversidad. Hay diversidad en todo, en la tierra, los idiomas, los países y las familias: unas con papá y mamá, otras con pura mamá, otras con abuelos y otras con dos mamás o dos papás. Ese es el inicio, de tal forma que cuando llegue la pregunta sobre identidades sexuales, uno recurra a ese concepto, al “¿te acuerdas de que existen distintos tipos de familia? Bueno, también hay distintas formas de ser y hacer pareja para quererse”. Los niños entienden muy bien estos argumentos, son los adultos los que agregan juicios.
¿Cómo enfrentar el tema de los juegos y evitar que niños muy chicos se hipersexualicen?
Hay juegos que incluyen el cuerpo y tienen un tono ligero, divertido, sin forzar, y sin contenido adulto. Si hay algo que reconozcamos como propio de interacciones sexuales adultas, y si es la única forma de jugar hay que poner atención y buscar apoyo, observar qué pasa en la casa, con quién está el niño, a qué contenidos tiene acceso. Hace poco me consultaron por una niñita que describió una escena detallada de sexo a su mamá, con palabras sencillas, y era porque su amiguita le había contado algo que había visto, porque sus papás se habían quedado dormidos con la televisión prendida. Fue algo accidental, pero que obliga a adelantar conversaciones y reforzar la mirada del cuidado.
¿Cómo explicar palabras o conceptos más fuertes que los niños pueden escuchar, como violación?
De acuerdo a la edad y capacidad de comprensión de cada niño, su historia, sus sensibilidades, su contexto. La “respuesta suficiente”, otra vez. Con los más pequeños podemos partir siendo claros en que se trata de algo violento, que hace daño, sin entrar en los delitos sexuales. Muchos niños saben, por ejemplo, lo que es un robo y ahí podemos hacer una relación. Pero siempre es importante restituir equilibrios, calma y decirles que existen más personas buenas que malas, para no dejar instalado el miedo.
¿Cuál es el riesgo de que los niños tengan acceso a tanta información, por ejemplo a través de internet?
El peligro mayor está en el “todo”, en lo indiscriminado, sin criterio ni conducción. La guía adulta es imprescindible, y no es sinónimo de sobreprotección o intromisión. Entregar un tablet o un smartphone a un niño, así no más, es equivalente a dejarlo solo en plena Alameda a los dos años. Internet es lo mismo que la calle: supone progresiones, hitos, tiempos.
Pero no es fácil mantenerlos siempre lejos…
Y no se trata de eso, sino de acompañar, dedicar tiempo. Sentarse con ellos y enseñarles a buscar y seleccionar contenidos, y también para aprender a reconocer y evitar riesgos. Así se va formando criterio y autocuidado. Los expertos recomiendan decirles: “Si yo estuviera parado detrás, ¿seguirías viendo o haciendo lo mismo? Si la respuesta es no o tienes dudas, detente”. Con el tiempo se pueden actualizar acuerdos, límites y autonomías, pero siempre explicitando que nosotros podemos supervisar, desde la lógica responsable del “te quiero, te cuido”.
Edad y consentimiento
“Cuando los niños crecen y viven un primer pololeo que nuestro acercamiento sea con apertura, sin sermones, con respeto. Aunque los adolescentes se resistan un poco a hablar de sexualidad, en mi experiencia, finalmente siempre valoran presencias que los hacen sentir seguros. No de amigos, sino de padres disponibles para orientar y escuchar”.
¿Cómo abordar el tema del placer?
El placer está ausente de muchos programas de educación sexual y hay padres que objetan que se hable o lo omiten con los hijos. Y los adolescentes perciben esa falta. Necesitamos integrar el placer y el deseo como temas, mientras también informamos de salud, cuidado y del consentimiento. Es básico, también para el placer, el sí consensuado e inequívoco, y para eso recomiendo ver el video Consent: it’s simple as tea, que está disponible en la red y subtitulado.
¿Qué opinas de que se use el miedo a las consecuencias como un embarazo como mecanismo de contención entre los jóvenes?
Creo que la realidad basta, sin efectos especiales. Las consecuencias hablan por sí solas. Pero una cosa es advertir sobre ellas, y otra es juzgar y demoler, por ejemplo, al decir ‘vas a perder todo, arruinar tu vida’ u ‘olvídate de mí, no cuentas conmigo’. Se puede ser franco y claro, sin abandonar el cuidado ni dejar de reforzar la potencia del consentimiento, la posibilidad de decidir en toda esfera de la vida.
¿Es más complicado abordar la sexualidad con las niñas que con los niños?
La realidad de las niñas exige redoblar esfuerzos pues en Chile las leyes las desprotegen, o peor, las vulneran. Y más indispensable es contar con una educación sexual moderna y comprensiva. En otros países, así se ha reducido la tasa de embarazo adolescente, fortaleciendo el autocuidado; el consentimiento y la posposición de la edad de inicio de relaciones sexuales.
Entrevista a Vinka Jackson – Sexualidad.cl
“(…) me frustra, me indigna, me apena y me faltan verbos cuando veo la falta de presencia de otros movimientos ciudadanos en la causa de la infancia(…)”
Hay algo así como un cuarto de la sociedad que no tiene derecho a voto. Un cuarto de personas que son las más vulnerables. Es el cuarto de la población que no es plenamente considerada en las políticas públicas. Son los niños y las niñas de nuestro país.
Resuena en el colectivo el famoso “guena Nati”. Hace un tiempo atrás, el video de Fifí y más recientemente, el de Irina La loca; todas ellas como situaciones que manifiestan instancias de descuido, desamparo y abuso hacia esta población frágil. ¿Qué ocurre en Chile con estas realidades? ¿Están nuestros niños protegidos, realmente?
Cifras arrojan que 1 de cada cuatro niñas y 1 de cada seis niños sufren abuso sexual infantil (ASI), entendiendo esto como toda conducta en que un adulto, abusando de su poder y autoridad frente al niñ@, l@ vulnera sexualmente, de diversas formas que “gratifican” (desviadamente) al adulto, y frente a las cuales el niño o la niña no cuenta con capacidad de consentir, ni comprender.
Al respecto, hablamos con Vinka Jackson, psicóloga especialista en la ética del cuidado, experta en prevención y tratamiento del abuso sexual infantil. También escritora, su obra “Agua fresca en los espejos” trata el tema de la resiliencia, el cuidado y la reparación del trauma. Sus libros para niñ@s, “Mi Cuerpos es un regalo” y “Todos juntos” están centrados en la ética del cuidado y autocuidado, y en el respeto y promoción de los derechos de la niñez, uno de ellos, a no ser expuesta a sufrimientos ni abusos.
Cómo está Chile en relación al tema de la protección de la infancia.
Al debe, todavía… y nada me gustaría más que cambiar la respuesta porque vengo diciendo “al debe” hace muchos años. Esto no quiere decir que no se vean algunos avances que valoro, pero considerando el nivel de necesidad que tenemos, el nivel de progreso y de protección de la infancia que habría esperado ver concretado a 25 años del inicio de la democracia, no existe todavía.
Recientemente el gobierno por fin presentó un proyecto de ley de garantías integrales de los derechos de la infancia. Pero es un proyecto, no es la ley. Falta la tramitación en el Congreso, con los ritmos que ya sabemos. Y la sensación todavía es ingrata cuando el Proyecto de Ley se supedita, en varias secciones y tareas, a “la disponibilidad de presupuesto”. Solo considerando ese punto, nuevamente la protección nos elude, queda como hojita al viento.
¿Dónde sientes que más nos elude esa protección a los niños en Chile?
La pobreza sigue golpeando a los niños más que a nadie, el acceso a salud es discriminatorio, todavía encontramos resistencias en el respeto incondicional a los derechos de los niños, así como muchos flancos expuestos en su cuidado. En toda la temática de abuso sexual infantil, estamos a años luz de lo que deberíamos estar. Solo en el cotidiano, se dejan sentir tantas confusiones.
Por ejemplo, se confunde el estímulo a la autonomía, con aval para el abandono y la soledad de los niños; y se confunde “disciplinar” con maltratar, y es así como el castigo corporal todavía está naturalizado en nuestro país. Educar se confunde con entrenar para sacar notas y puntajes equis, uniformemente, cuando de lo que se trata es de cuidar y alentar a la nueva generación, como una joya preciosa, guiándola en un camino de fascinación con el conocimiento y con la exploración de sus talentos, sus proyectos de vida, su ciudadanía en este mundo.
A veces te confieso que hay días en que me detengo y veo lo que ocurre con la desconsideración a los niños, la violencia contra ell@s ( 71% de niños y niñas sufre algún tipo de violencia en Chile), o miro cómo se despliega la política pública, y de verdad me siento en la edad de piedra, o en una dimensión desconocida, salvaje, porque ciertas realidades, con todo lo que sabemos, no son menos que barbarie.
A estas alturas no deberíamos estar hablando de cómo proteger a los niños y respetar mínimos indispensables, como asegurar que tod@ niñ@ que nace o vive en Chile pueda crecer en las mejores condiciones posibles, sus derechos garantizados, y evitándoles sufrimientos completamente evitables como el maltrato, el abandono, el abuso sexual.
Lo que deberíamos estar hablando, luego de 25 años, y ya con un marco de protección garantizado, es cómo hacemos ahora –y por los veinte, cincuenta, cien años que vienen- para estimular el desarrollo de todo el potencial que traen los seres humanos que vienen llegando, y cómo los motivamos a soñar, cómo los empoderamos, de qué manera se integran en un rol mucho más participativo y creativo en su país, tal cual se hace en otras latitudes.
Tenemos que encaminarnos muy seria y descarnadamente para entender por qué en 25 años de democracia el congreso y los gobiernos, y nosotros mismos no hemos sido capaces de poner la debida prioridad en lo relacionado a la protección de la infancia.
¿Y qué ocurre con la sociedad?
Los gobiernos y los parlamentos no se demoran solo por capricho o incompetencia, sino porque nosotros se los permitimos. Entonces hay que preguntarse qué pasa desde el lado de la ciudadanía, para quienes esto no es una prioridad. Nuestras autoridades se dan cuenta de que no importa, que no reaccionamos, entonces mayor es la demora, mayor es la negligencia y ese círculo vicioso es el que hay que interrumpir, pero ayer, por favor. El imperativo es ahora…
Me doy cuenta y me da esperanza constatar que muchos estamos más atentos, que hemos aprendido mucho estos últimos años, pero todavía falta ese golpe de mesa que no es violento, sino que es fuerte y firme, determinado con toda la voluntad por la protección de los niños, porque además ellos no pueden pedirlo, y de nosotros depende. Quienes traen su voz al frente somos nosotros, nosotros sí podemos. Entonces ¿por qué no lo hacemos si vivimos con niños e interactuamos con ellos todos los días, incluso si no tenemos hijos?
Es más, ni siquiera preguntamos por los niños. Ellos no votan, nosotros sí, y cuando yo voy a las urnas, a lo que sea, por alcalde, parlamentarios o presidentes, llevo dos votos ahora: el mío y por mi hija menor. La grande ya vota. Pero la chica no, y por eso me preocupo de averiguar qué proponen los candidatos por la niñez, cuál es su trayectoria histórica, su comportamiento en votaciones críticas para la salud o educación de los niños, y que beneficien el cuidado que queremos darles como padres y madres, la conciliación, las licencias para cuidar a nuestros hijos si enferman.
Si la niñez está ausente del todo en el discurso y programa de un candidato, adiós. No existe; NO PUEDE existir. Si en campaña no es capaz de dedicar tiempo a pensar en la niñez, o a planear acciones que estimulen el cuidado y el desarrollo de cada nueva generación, difícilmente lo hará una vez elegido/a. Y hay que evaluar programas con sentido crítico, porque tampoco basta decir “los niños son el futuro” y proponer un par de medidas obvias, mínimas, o de parche para anestesiarnos por un rato. Por eso el voto es tan importante: requiere estar atentos, dedicar tiempo a preguntar y no puede ser sin condiciones ni exigencias en relación a la niñez. Por lo menos, quienes somos mamás y papás tenemos ahí un imperativo, y con las elecciones que se avecinan, una enorme oportunidad de interrumpir este círculo vicioso donde nosotros como ciudadanos alimentamos, por acción u omisión, la indiferencia y negligencia de quienes nos gobiernan.
¿Y a qué se deberá ese círculo vicioso del que hablas?
Esa demora puede pasar por cuestiones físicas y concretas como que, debido el tamaño de los niños y el peso de sus voces es más fácil, lamentablemente, verlos menos y escucharlos menos. Por lo tanto, entre otras exigencias y voces, o gritos de la ciudadanía, es fácil que se pierdan, que se esfumen.
Hay una serie de activismos que han tenido avances, tremendamente importantes, porque han estado muy bien organizados, porque han hecho pesar su voz y sus demandas y se dejan escuchar.
Sin embargo, hay una suerte de desconexión entre las causas de la ciudadanía y la mirada de los adultos que nos gana a tal nivel que:
- La causa de los niños no es prioridad uno, ni siquiera para mucha gente que vive con niños y tiene hijos.
- Aunque no fuera prioridad, al menos podría ameritar solidaridad en el colectivo, pero tampoco. Y es duro de aceptar, porque no porque uno esté en la causa de la infancia, por ejemplo, deja de apoyar la causa de la diversidad, de la educación, los derechos de las mujeres, la ley de medicamentos, etc. Esa falta de solidaridad ha avalado la demora porque no hay cruce (pero lo hay) y se ve disociada la infancia de las distintas temáticas.
Llevo varios años observando las movilizaciones que tienen que ver con la infancia, las respuestas que tienen que ver con la niñez y quiénes están presentes ahí, y echo de menos y me frustra y me indigna la ausencia de otros actores sociales que deberían estar dando la pelea con todos los que estamos empujando la causa de los derechos de los niños, de su protección, de su bienestar.
A mí me parece terrible estar hablando de la protección, de la no-discriminación y no estar hablando del pleno desarrollo, de la maravilla de sus vidas. Todavía no poder llegar al paso siguiente, a la construcción de otros universos…
Me frustra, lo lamento, me indigna, me apena y me faltan verbos para expresar lo que me pasa cuando veo la falta de presencia de otros movimientos ciudadanos en la causa de la infancia.
¿A qué se deberá esa autoexclusión de la causa infantil?
No tengo una explicación única, pero la protección de los niños y la protección de los adultos mayores son los puntos que tocan la mayor vulnerabilidad en el ciclo de vida humana y son los que menos atención concitan. Eso no me deja de hacer ruido, todo el tiempo.
Es tan fuerte nuestra perspectiva adultocéntrica que las causas que afectan a nuestra vida adulta, nuestro bienestar adulto, nuestra autonomía y las decisiones que somos capaces de tomar, esas son las que concitan apoyo multitudinario, mientras las causas que están del lado de la mayor vulnerabilidad no tienen ese apoyo.
Es cosa de observar qué temas son predominantes en las conversaciones sociales, o el número de personas que asisten a movilizaciones de cuánta causa, así no sea ni urgente, pero sí es urgente que una niña o niño sea abusado cada 30 y algo minutos en Chile, y ahí ¿dónde estamos todos?
La concurrencia no es igual cuando se trata de los niños o los adultos mayores, y son quienes viven más abandonos y abusos, aunque siempre más la infancia, y decía que los niñ@s no tienen voto, no tienen peso económico, sus voces no se escuchan. Y el tema de la voz es central: existimos desde la voz, nos comenzamos a relatar como personas con una vida, desde la voz; ella hace de puente, de herramienta. Siempre les digo a muchos adultos, que incluso aunque te toque sufrir, sufrir con voz es bien distinto a sufrir sin ella, en silencio. Como muchos niños.
A propósito del sufrir o no sufrir con voz, ¿cómo se maneja el tema del secreto cuando hay abuso sexual infantil?
Gracias por esta pregunta, porque es más que el secreto. Mucho más. Este es parte de un territorio mucho mayor que es el silencio. Y un silencio en el que nosotros podemos hacer mucho por prevenir: estimulando la voz de los niños, escuchando bien atentos y bien dispuestos, no de mala gana o distraídos, y conversando siempre con ell@s, de todo tema, que nada esté excluido, y que podamos ir construyendo confianza, sin juicios, sin reproche, para que ellos hablen de alegrías, dudas, y sufrimientos también. Tenemos que entregarles herramientas para su autocuidado, palabras para poder expresarse, pero nada sirve sin la seguridad de que vamos a escuchar. Así vamos armando una caja de herramientas, y un arsenal en realidad, contra los silencios que rodean y sostienen abusos sexuales, y cualquier abuso en realidad, si al final todos se perpetúan desde pérdidas de la voz.
Lo común es que apenas escuchamos “abuso sexual infantil”, solemos pensar en secreto, en amenaza, en intimidación, “hechizo”, y no es incorrecto, pero hay mucho más en la mirada al silencio, de lo indecible, o como define una psicóloga maestrísima, Judith Herman, “lo inenarrable”: una experiencia tan terrible y devastadora que es casi imposible poder enunciarla, describirla con palabras. Eso es el abuso sexual infantil. Y como ves, por todos lados asuela el silencio: desde lo más íntimo, y desde fuera también, desde lo que el adulto abusador establece como territorio, incluso, sin necesidad de ser explícito, y sin amenazar ni exigir secretos o “pactos”.
El silencio es omnipresente en el espacio donde se vive el abuso. Y es así, uno, porque el adulto tiene el poder: es la autoridad, el que tiene mayor estatura, mayor fuerza física, y sobre todo es, era, el cuidador. Es una presencia tremenda, vital, la del cuidador, y así se trate de un abusador todavía el niño o niña lo reconocerá desde el cuidado, con todo el conflicto y confusión que eso provoca, incluso en adolescentes. Pero el adulto sigue siendo el adulto; no es llegar y desacatar su autoridad, menos en relaciones de afecto y dependencia. Ante esa confusión, más silencio.
Es muy fuerte lo que representa un adulto para un niño, y además, los niños son muy leales con su cariño. Más encima, pueden ser tremendamente perceptivos y se dan cuenta de que pueden afectar la vida de sus familias, de que hay cosas que es “mejor no hablar” si van a generar quiebres, tensiones. Más silencio entonces, más callan.
¿Cómo los ayudamos, entonces?
La responsabilidad nuevamente es nuestra: de estar atentos, siempre, y no solo por la posibilidad de abusos. Hay un recorrido que comienza desde que son pequeños en escuchar, dialogar, sin juicios, con total aceptación. Ese suelo es indispensable para que niños y niñas se comuniquen, sientan confianza, pidan ayuda. Hay que considerar que muchos niñ@s develan por casualidad, por accidente, porque en medio de una rutina de su día, comentó lo que está viviendo y alguien adulto pudo activar el alerta frente a una posible situación de ASI.
Es muy difícil, nadie imagina en realidad, lo que es develar un abuso para cualquier niñ@ adolescente, y lo sería también para nosotros adultos, si nos vulneraran sexualmente, pensemos en eso. Y todavía es más difícil para los niños y niñas que tienen alguna dificultad o trastorno del lenguaje, y para los más chiquitos, en general, porque todavía están aprendiendo a hablar, a conocer las primeras palabras. Incluso contando con mayor vocabulario y comprensión, aún costará articular una experiencia tan compleja, y más si, como en la mayoría de los casos, el perpetrador es alguien cercano y querido. En estas condiciones, es fundamental que la niña o niño sienta que existe alguna persona o entorno donde sí se puede hablar, preguntar de todo, donde le creen y pueden auxiliarl@.
¿A qué se debe la incredulidad de los adultos ante un abuso sexual infantil?
Hay distintas fuentes de incredulidad, eso he podido ver en mis años. Por una parte es durísimo, y pongámonos en la situación de escuchar de cualquier niño, un relato de abuso, o bien la mención casual, como señalaba en los más chiquitos, de algo que como adultos inmediatamente reconocemos como ASI. Debe congelarse la tierra. Y aceptar cualquier horror, más contra los niños, es tremendo, pero luego suma que la mayoría de los casos son en contextos familiares, con personas de la familia.
Cómo no va a ser traumático asimilar que en una familia ocurrió ASI, y que quien lo cometió fue un padre, un abuelo, una tía que hasta minutos previos, se creía era otra clase de persona. El shock, la granada que explota en la confianza, y la caída a pedazos de la historia familiar, o de un ideal que las familias pueden tener de sí mismas, todo es demasiado. Pero existen familias que logran vivir su duelo y re-escribir su historia, y ayudar a sanar a sus víctimas. Otras, en cambio, se quedan en la negación y la indolencia de adultos cercanos a niñ@s víctimas, que ignoran directamente la ocurrencia, o cualquier mención del abuso, o bien tratan de minimizarlo (“pero si no fue violación, sólo tocaciones”, es una frase escuchada cientos de veces), o relativizarlo (“hay cosas peores, ya saldrá adelante, los niños son resilientes”). Todas son formas de decir, en el fondo, “no te creo, no me importa, no importa tanto, no se hable más” lo que es enormemente dañino para la reparación. Esa actitud, también la vemos reflejada en la sociedad, las autoridades muchas veces. Un descrédito, y una ausencia en concurrir, que se sienten como desdén, abandono. Pésimo, no sólo en la esfera del ASI, sino como país, en cualquier experiencia
Ahora, la incredulidad ante el abuso habla de algo mucho mayor en relación a la niñez, en nuestra falta de respeto por los seres humanos niños, y la dignidad que les reconocemos, o fallamos en reconocerles. No es infrecuente en nuestro país, al contrario, encontrarse con la/el adulto incrédulo o que minimiza el sufrimiento de los niños, y pone en tela de juicio, o más bien en un cajón aparte, como de segunda categoría, la experiencia y voz de los más chicos y jóvenes. Vamos a algo más simple, cuando en el colegio por ejemplo, un niño dice “me duele la guata, quiero irme a mi casa”, y la respuesta es “¿en serio, de verdad, pero cuánto te duele?” Nosotros decimos a nuestro jefe “estoy con indigestión y me debo retirar antes”, y no vamos a enfrentar preguntas capciosas aun cuando pudiésemos exagerar o haber mentido, y más de una vez las personas dirán “me duele la guata, o estoy resfriado” antes que decir “me acabo de separar y el dolor me supera algunos días” o “murió alguien querido hace unos meses y hoy lo recordé y me fui al suelo”. Nadie falta porque “le duele el alma”, a eso voy; eso no se puede decir. Si no podemos los adultos, imaginemos lo que es para los más chicos. El pedido entonces es a que evitemos, conscientemente, instalar un tono de falta de crédito ante lo que ellos dicen. ¿Cómo van a recurrir a nosotros entonces? ¿Cómo van a contar de un abuso, de una situación de bullying en la escuela, o de una pena, o de lo que sea, si no hay nadie del otro lado que escuche y confirme? Aquí la palabra más importante es confirmación: confirmación de la persona del niño o niña (con respeto), de su experiencia, su existencia, de su voz, de sus sentimientos, “escucho porque te quiero y te cuido”. Esa escucha ética, que surge de una responsabilidad y de un compromiso con el cuidado, es un factor protector, de prevención, y también es fundamental en procesos de reparación con víctimas de ASI.
Se habla de “víctimas” y, especialmente, de “sobrevivientes” del abuso sexual infantil, como un evento potencialmente mortal… ¿es una muerte de la infancia? ¿qué es lo que muere ahí?
Tú lo dices bien. Efectivamente el abuso sexual infantil se mueve en el territorio de la muerte. Aunque los niños no tengan lenguaje para significar lo que están viviendo, por ejemplo en una situación de abuso o de incesto, el cuerpo igual lo informa y lo informa porque el cerebro detectó un peligro para la vida, en el fondo: un peligro, en mayor o mínima medida, de muerte. Porque es bien sencillo para un organismo pequeñito: o sobrevive, o no. El cuerpo es inmensamente “sabio” en tratar de hacer, de lograr, y de moverse en la dirección de lo que le permita vivir, y evitar lo que pudiera arriesgar su integridad.
El abuso sexual destruye la integridad y la destruye en un contexto donde los repertorios con que venimos equipados como especie para enfrentar peligros y predadores, son sencillamente imposibles: huir, responder para defenderse, o bien congelarse, quedarse quieto (o “hacerse el muerto”) para evitar un ataque.
En el abuso sexual nada depende del niño o la niña, todo lo decide el abusador que hiere no sólo los cuerpos de sus víctimas, sino que deja heridas morales, psicológicas, emocionales. La pérdida se deja sentir en muchas dimensiones, y devora más años que sólo una etapa, si el abuso no es interrumpido. Mientras antes se devele y detenga, mejor el pronóstico y el regreso al carril de una vida propia, preferida.
¿Y pensando en la reparación, qué pasa con las palabras, con la identidad o condición que expresa el nombre “víctima” o “sobreviviente”?
El consenso está en el uso de “sobrevivientes” y esto en relación a diversos traumas, pero esa sola palabra no cuenta la historia completa. Hay un tránsito que es importante explicar aquí: lo primero, y pese a la carga que lleva esa palabra, es reconocer-se en tanto víctima. ¿En qué sentido? El abuso es vejación, violación de derechos, es trauma del desarrollo, es transgresión y daño a la integridad. Los niños, niñas y adolescentes que fueron forzados a vivir esa experiencia, lo hicieron desde un lugar de indefensión y sometimiento: son absolutos, el NO-Consentimiento y la NO-responsabilidad en que el abuso ocurriera. Fueron víctimas. Y en esto hay que ser clarísimos porque como sociedad tendemos a relativizar y a ser muy crueles cuando se pone la sospecha o una co-responsabilidad en las víctimas con comentarios como “pero si le dijeron, si sabía, ya tenía equis años, pudo gritar o patear, no irse a meter a la boca del lobo, etc”. Es imprescindible entender que víctimas son víctimas. Pero eso es un paso, un punto del proceso, no es un lugar para quedarse. Lo que viene, de inmediato, casi simultáneamente, es reconocer también, y poner la mirada, sobre el ser sobreviviente, o superviviente. En este nombre, ya se cuenta la historia, en compacto, de alguien que vivió una experiencia tremendamente destructiva, y no obstante, sobrevivió, es decir, pudo salvar con vida (y no, no es una frase así no más pues niñas y niños mueren como resultado de abusos sexuales y violaciones), y continuar vivo, o viva. En esa sobrevida, la víctima puede reconocer una resiliencia y una capacidad de empuje vital que serán valiosas y muy útiles para el proceso de reparación y el proceso de construir, ya lejos del abuso y del abusador, una vida preferida, en términos propios. Ese tercer momento de reconocimiento es el más importante: como ser humano, como persona digna de protección y respeto, digna de ejercer su libertad y consentimiento, de tener una vida buena y plena. Como alguien que “vivió abuso sexual infantil” pero esa vivencia no es todas sus vivencias ni toda su historia. La historia es mucho más, y sobre ésta “se recobran los derechos de autor”, como dicen los maestros, es lo que yo aprendí. Es una definición hermosa. Y es el horizonte mayor de la reparación.
La terapia juega un rol dentro del proceso de reparación, ¿Hasta qué punto, una terapia logra el empuje deseado?
La terapia es importantísima, pero necesitamos ser precavidos con poner toda la responsabilidad en la terapia que no ocurre en un universo paralelo, con el o la terapeuta y los niñ@s o adultos que vivieron ASI. La sanación es también inseparable del cuidado y la responsabilidad de un colectivo, de comunidades, no solo de las familias y escuelas, sino de toda la sociedad que con sus actos y sus dichos puede fortalecer o interferir la reparación. De hecho, un factor mayor de resiliencia, un pilar, es el cuidado, la solidaridad. Restituir en un niñ@ esa certeza de poder contar con el cuidado, sin malversaciones, sin abusos, es una fuente de enorme poder y vitalidad para enfrentar tiempos duros, y asimismo, el tiempo de la reparación, que es exigente
Yo defino el abuso sexual infantil como un “fracaso colectivo del cuidado”. Pero también veo como colectiva la posibilidad de prevenir y reparar daños. Desde el tod@s junt@s, es la única forma en que puedo entender la sanación aquí. En una investigación con madres de niños que han vivido ASI, he podido constatar cómo cambian actitudes, significaciones y el compromiso de las madres en la reparación de sus hij@s, solo porque perciben la presencia y apoyo de un colectivo que da crédito a lo vivido, que responde, que cuida.
Cualquier esfuerzo terapéutico no solo necesita involucrar lo colectivo, sino también una mirada integral. Aquí el llamado es muy específico, para los profesionales de la salud, y más concretamente en psicoterapia. Porque lo más evidente del abuso sexual, generalmente nos elude: que ocurre en el cuerpo, y el cuerpo lleva un registro, una memoria, delicada, digna también de cuidado y respeto.
Primero, pensemos en los exámenes médicos en especialidades como la pediatría, la ginecología, la urología y la proctología, la odontología también (para muchos niñ@s es traumático siquiera abrir sus bocas, si el ASI incluyó recurrentemente sexo oral). En realidad, cualquier examen que toque lo físico, necesita recordar que existen personas que vivieron ASI, e integrar –y eso es algo pero VITAL que falta en Chile- la pregunta sobre experiencias de violencia sexual en la anamnesis, tal cual se pregunta por otra información clave para entender la salud/enfermedad de l@s pacientes.
Yo ni una sola vez en Chile he recibido esa pregunta, y por ejemplo, en EEUU, para lo más trivial (un examen de sangre en un consultorio que visito por primera vez), sí está presente, nunca falta. Los primeros años, me generaba desconcierto, pero entendí su valor porque inmediatamente orienta una forma de actuar, o de llevar a cabo ciertos exámenes (un pap, por ejemplo) que ayuda, por ejemplo, a prevenir flashbacks, y evocaciones dolorosas en el cuerpo que recuerda. Así de concreto. Y esa pregunta también orienta una forma de conversar que excluye, completamente, algo que sí he oído en Chile de mis pacientes adultas: el consejo dado por médic@s, o enfermer@s, sobre evitar compartir con sus parejas, la verdad sobre su experiencia de ASI. “Si le cuenta, le van a tener lástima, le van a perder el respeto, va a deteriorarse la relación sexual”, esos comentarios los he escuchado suficientes veces como para que me parezcan un problema, y aunque vengan con buena intención –en un país donde efectivamente el estigma aún es muy fuerte-, lo cierto es que dañan más que nada. Tenemos un gran desafío, llevo años insistiendo en esto, en todas las escuelas de pregrado al respecto de la formación en ASI. También en mi profesión. Porque aún me llama la atención que entre las primeras orientaciones a familias de niñ@s víctimas, o a adultos sobrevivientes, no esté incorporado el cuerpo, la necesidad inseparable de trabajar de inmediato ahí
Sin duda los niños son cuerpo e incluso tienen una consciencia más pura de esa corporalidad. El abuso se produce en el cuerpo, ¿qué trabajos se realizan, en este sentido, para un proceso de reparación integral?
Lo ideal es que cualquier trabajo de reparación de inmediato incluya lo corporal, por ejemplo, en clases de ballet, yoga, pilates, baile, disciplinas orientales, deportes, así sea en la casa pero destinar diariamente un tiempo a este trabajo. La actividad corporal no puede estar ausente en la reparación de víctimas de un trauma que ocurrió, ni más ni menos, que en el territorio del cuerpo.
Es más, existen estudios donde se demuestra un mayor efecto de remisión de síntomas en niños y niñas, solo realizando terapia corporal y de movimiento, y sin ninguna terapia cognitiva que acompañara. En los sobrevivientes adult@s, la premisa se sostiene en el sentido de que este tipo de actividad y continua, es fundamental no solo para la reparación, sino para el sostén de la salud y la prevención o reducción mejor dicho, de crisis de angustia, pánico, evocaciones traumáticas, entre otros síntomas.
Si además consideramos que una repercusión frecuente del trauma ASI es sobre la experiencia de la sexualidad proyectada en el tiempo, con mayor razón lo corporal tiene que estar presente en procesos de reparación, a cualquier edad que éstos se lleven a cabo.
El resignificar la corporalidad, la relación con ella, así como la sexualidad y su vínculo con experiencias de cuidado, de amor, de consentimiento y placer, no sólo es fundamental pensando en víctimas y sobrevivientes, sino también en quienes los acompañan en procesos de reparación.
Para los niñ@s y adolescentes, estas personas son sus mamás y papás (no abusadores) y otros cuidadores, y hay todo un trabajo con ellos: de información y orientación (para despejar mitos, por ejemplo: casi siempre que se trata de niños varones, la pregunta es si el ASI no determinará su orientación sexual. Ni una sola vez en mi vida profesional me han preguntado eso de una niña).
Otra esfera de acción es la contención de familias y cuidadores desde su propia experiencia como hombres y mujeres que reciben el impacto del ASI de un niño o niña que aman, en el área de sus relaciones afectivas, de pareja, y por cierto en la vivencia de su propia sexualidad. Para mí ha sido frecuente escuchar a jóvenes –muchachas y muchachos- preocupados porque debido a “lo que me pasó” (ASI, violación), “mis papás ya no se tocan, se distanciaron físicamente, se van a terminar separando”. En mi experiencia el trabajo con adultos, con las parejas de papás/mamás, que acompañan a los niños en su proceso de reparación, sobre todo favorece a los niños, y reduce significativamente los tiempos de terapia.
Por último, ¿Qué falta en Chile para hacer efectivo un real y responsable cuidado hacia los niños?
En últimos años se han visto cambios y pese a que no son con la velocidad que uno quisiera, hay más atención, hay más preocupación. Por ejemplo, si el video de Irina La Loca hubiese salido hace 3 años atrás quizás hasta habría pasado desapercibido y hoy, hay más voces que dicen que no, que no está bien y de hecho no hubo mayor difusión del video. Una forma clara de no endosar.
Ahora, a la pregunta ¿qué falta?, me surgen palabras como madurez, amor, educación.
Al decir madurez, me refiero a la madurez para admitir pero de verdad, sin reservas ni vericuetos, que el cuidado de la nueva generación es una responsabilidad nuestra y NO es optativa, sino que es irrecusable e inseparable de nuestra condición humana y a todo nivel, en la política pública, desde el gobierno, las escuelas, todas las instituciones, los medios de comunicación, el transporte, las tiendas, etc.
Otra palabra es el amor, la emoción en el estar aquí, vivos, también compartiendo nuestras vidas con seres humanos niños y niñas. Desde esta vitalidad, y desde la gratitud por estar vivos, la disposición es mejor, el vínculo con la niñez es mejor y me dispongo a cuidar de mejor manera. Más allá de vivir en un país donde la infancia no es una prioridad todavía, una forma de rebelarnos es cuidar a los niños y nuestra relación con ellos, haciendo de esto un acto consciente en lo cotidiano, que cada uno pueda decirse a sí mismo: “ok, a lo mejor nadie a mi alrededor reconoce lo fundamental que es el cuidado, pero yo sí”. Yo lo encuentro totalmente empoderante. Y no sólo en la causa de la niñez, sino en toda esfera del vivir.
Y por último, la educación, pero con mayúsculas. Un esfuerzo colectivo de educar/aprender en temáticas que tengan que ver con el cuidado, con la prevención de violencias, con la promoción de buenos tratos, con la orientación en afectividad, en sexualidad humana, de una ética de respeto y empatía, y la madre de toda esta “batalla”: el tema del consentimiento. Esta educación no es solo desde hogares y escuelas, con apoyo de instituciones y medios de comunicación: necesita ser en tiendas, transporte, en las empresas, en los lugares de recreación y vacaciones, en las universidades y sus cuerpos académicos, todos necesitamos participar en la creación de una cultura de cuidado que lo atraviese todo y hacer un cambio entre todos.
La ética del cuidado es, en lo mas profundo, una ética de la responsabilidad: consigo, con los otros, con los lugares que habitamos individualmente y como especie. Sin cuidado el medioambiente perece, sin cuidado las relaciones se pierden, sin cuidado la vida de los niños y de tod@s se arriesga a daños, y sí, la vida trae accidentalidad en ella, y dolores, pero muchos son evitables y es insensato no apostarnos a prevenir lo que sí se pueda prevenir. No, no es sólo insensato: es demencial, en realidad; completamente autodestructivo.
Sin cuidado y sin cuidar en colaboración, especialmente a las nuevas generaciones, la humanidad no habría llegado a la vuelta de la primera caverna. Pero además de cuidados, se necesitan ganas, encantamiento. Lo que trato de decir es que la infancia no es solo un periodo que nos llama y conmina a proteger, sino a maravillarse también: que cada niño o niña pueda experimentar maravilla en su infancia, y que nosotros asimismo podamos maravillarnos, como adultos, mientras acompañamos y vemos a nuestros niños crecer. Quizás por eso, además de ver el cuidado como una ética irrenunciable, lo viva con la pasión que me despierta.
Entrevista publicada en Sexualidad.cl
Vinka Jackson presenta voces infantiles diversas en su libro “Todos juntos”
La psicóloga especialista en infancia, Vinka Jackson, presentó en ADN Contigo su último libro “Tod@s junt@s”, donde muestra diversas voces de menores de edad destacados en el mundo.
Jackson trabaja con niños y niñas porque se declara “molesta con la sociedad ‘adultocéntrica’ hace mucho rato” y defiende la relevancia de escuchar a los más pequeños para ayudar a formar una futura sociedad más sana.