Care
En inglés existe una palabra bellísima, “care“, que reúne el cuidado y la consideración por el otro. “Me importas, te cuido” es lo que escucho cuando alguien la pronuncia. Y eso mismo escucho, sin que nadie lo diga ni hable en inglés, cuando me quedo con el eco de las voces de un grupo de mujeres con las que he cruzado camino hace algunas semanas.
Comenzamos en Santiago de Chile, un grupo de ayuda mutua para mujeres que vivimos la experiencia del abuso sexual infantil. En realidad, invitamos a un grupo a conversar sobre el tema y, a partir de esa reunión, decidimos constituirnos como un grupo de apoyo o ayuda mutua más permanente.
“Apoyo”, “ayuda”, qué nombres más hermosos y potentes para significar la voluntad de encuentro entre personas, de cuidado mutuo y de autocuidado, también. Porque en el colectivo, se hace posible una economía de esfuerzos para encontrar soluciones a desafíos y dilemas propios, conociendo los caminos y atajos que otras personas -dentro del grupo- han tomado en experiencias similiares. En ese ahorro de energías, quedamos con excedentes a favor que podemos vertir en nuestros oficios, familias, sueños.
En lo personal, la carga de vitalidad, admiración por mis compañeras y confianza en que un destino difícil no determina una vida, me han dejado el alma afinada en un tono de esperanza y contento por muchos días. No dejamos de mirar ni de tocar cicatrices y heridas aún en proceso de cicatrizar. Pero hacemos este ejercicio con aprecio y delicadeza y, por encima de todo, con reverencia: por cada una, por todas, y por muchos que fuera de este espacio recién inaugurado, comparten el mismo camino.
No hace mucho, me encontré con unos textos de Darwin donde hablaba del valor sorprendente de los cuidados maternales; de la simpatía y disposición a la colaboración entre humanos; y de una suerte de “sentido moral”, incluso presente en los animales, cuando alguno de la manada está en problemas y otros acuden en su asistencia. ¿Por qué de todo lo que escribió este hombre de ciencia, siempre se han destacado los elementos de supervivencia y supremacía del más fuerte? No lo entiendo. Pero me reprocho no haber sido más curiosa durante mis años de colegio y universidad, y haber ido directo a la fuente, buscar a Darwin y ver con mis propios ojos la expresión en su trabajo de verdades tan alentadoras como éstas que vengo a descubrir a mis cuarenta años.
Si la supervivencia descansa en nuestras disposiciones de cuidado y colaboración con los otros, y cómo no (ya lo dijo Humberto Maturana, biólogo chileno, años ha, y me hizo tan feliz pues siempre creí en ello, por simple experiencia personal), y si esa noción comienza determinadamente a tomarnos las consciencias y las acciones, no puedo ni imaginar la clase de mundo en que sería posible vivir.
Yo he participado de ese mundo, desde niña, con mis maestras de ballet y de colegio que me rescataron de un paisaje muy áspero para enseñarme la suavidad encantadora que tienen los afectos y la fe de otros humanos en ti. También pude construirlo en la relación con mi hija mayor y en nuestro querido ecosistema del hogar tan proclive a la ternura, la creatividad y el buen humor (mismos ingredientes con que alimento ahora a mi cría más chiquita). Y sigo teniendo la fortuna de habitar esos entornos ahora de adulta: espacios donde se vive desde una ética generosa, protectora y reconocedora de las necesidades y talentos del prójimo (y de uno misma), como hacemos en nuestro grupo.
Todo esto me lleva a repasar el hecho de que investigaciones científicas, hoy en día, están midiendo la actividad cerebral y los desempeños exitosos, por ejemplo, de las personas que viven desde la gratitud, la compasión y la empatía. Si las reflexiones más humanistas no nos han convencido a todos, quizás estos estudios más “serios” -dirían algunos- sí lo hagan.
Desde el ángulo que se elija, a mí me gusta vivir en tiempos donde todo esto sea posible. No peco de optimista patológica, y llevo en la piel el registro cotidiano de los dolores que asolan a nuestro planeta, a tantos millones de personas que no conozco y a otras tantas que sí me son más cercanas. Llevo igualmente, mi propio registro histórico de sombras y fallos. Pero ni aunque mi cuerpo entero se convirtiera en una gran llaga, dejaría de ver y valorizar los progresos y empeños de nuestra especie por vivir mejor. Desde esa plataforma, sumo ganas y fe para contribuir en la misma dirección, en mi propio hogar, con mis seres queridos, y ojalá con muchos otros más.
Por último, quiero regresar al sentimiento con el que comencé este post y decir que ser parte de nuestro grupo de apoyo, de sus colores, lenguaje y hasta manera de reir particular, me renueva los bríos. Otra palabra hermosa (heredada de los celtas, de quién más, =)) que significa pujanza, espíritu, valor, resolución, garbo y gentileza, tantas palabras más que alimentan el corazón y su pulso firme y amable puesto al servicio de nuestras mejores intenciones y acciones.
Vinka
Fotografía del título: Somebody Cares