¿ABUSOS O CUIDADO?

“Todavía hay que exigirle esto a la angustia: no querer nunca que el niño se calle”. Georges Bataille.

 El año pasado se promulgó en nuestro pais, la ley de imprescriptibilidad del abuso sexual infantil. Contando con el apoyo transversal de sobrevivientes, sociedad civil, del Ejecutivo y el Congreso Nacional, este hito –el cambio más importante en el derecho penal chileno, en años- fue y sigue siendo histórico y significativo en el reconocimiento del derecho a justicia de las víctimas de abusos.

A partir de 2019 y en adelante, no corren más plazos que además de inhumanos a la luz del tiempo del trauma, habían asegurado la impunidad de los abusadores, y la revictimización y abandono de los sobrevivientes. Y de todos. Porque no es sólo en materia de justicia que tiene valor una ley como la imprescriptibilidad. También declara una voluntad de autocuidado social, de protección de las nuevas generaciones, y de prevención de abusos que hace mucho son una emergencia de cuidado humano y de salud pública en Chile.

Por eso más cuesta entender qué motiva la propuesta de indicación en el proyecto de garantías integrales para la niñez, sobre “deberes de obediencia y respeto” de los niños a los padres, que por lo demás, y por opinable que sea, existe en el código civil desde su origen (siglo XIX) en disposiciones relativas a potestades y cuidado personal.

 El problema con dicha indicación, en primer lugar, es que arriesga confundir premisas que ya han sido consensuadas en relación a la garantía y no sujeción de los derechos de seres humanos niñas y niños a ningún tipo de condicionamiento. Es incomprensible que en una discusión parlamentaria todavía tengan cabida distorsiones al respecto; y peor aún, cuando éstas pueden impactar gravemente la protección de la niñez frente a abusos de todo tipo.

Ojalá quienes, así sea por un segundo, lleguen a contemplar la moción de obediencia debida como viable, recuerden que bajo ese argumento, miles de víctimas infantiles han vivido vejámenes físicos, emocionales, de consciencia, sexuales, y los siguen viviendo.

A diario, unos cincuenta niños, niñas y adolescentes sufren abuso sexual en Chile; uno cada media hora aproximadamente (hasta cuándo debemos repetirlo). Por favor escuchemos las historias de mujeres y hombres sobrevivientes y reflexionemos a tiempo, el legislador y como sociedad, sobre el peso que pueden tener ciertas decisiones.

Cuántos perpetradores de incesto, cuántos líderes religiosos o de sectas, y sacerdotes que se hacen llamar “padre” todavía, o cuántas figuras de autoridad en los más diversos espacios (educación, salud, deportes, escultismo, etc.), podrían valerse, reforzadamente, del argumento de la indicación señalada para continuar violando vidas, obligando silenciamientos o exigiendo a los más indefensos -que no pueden reconocer la perversión de ciertos mandatos de “obediencia y respeto”- someterse a lo que impone el adulto abusador sexual.

De Agua Fresca en los Espejos, abuso sexual infantil y resiliencia, en “Primeros encuentro bàrbaros”

Georges Bataille dijo “Todavía hay que exigirle esto a la angustia: no querer nunca que el niño se calle”. Nunca. Los silencios aterrados, la aquiescencia, las sumisiones, desamparan. Otras herramientas son las que cuidan: la escucha, el diálogo, las preguntas, las preferencias y límites que pueden vocalizarse. La adhesión a una ética de responsabilidad donde el respeto es incondicional, de la mano de la protección. La ternura, de la mano de la dignidad.

Retrocesos o avances, abusos o cuidado, ¿qué vamos a elegir propiciar?

Más que nunca hoy es necesario contar con programas contundentes de prevención de abusos y promoción de buenos tratos–que sumen a familias, escuelas, comunidades-, y con educación comprensiva en sexualidad, afectividad y relaciones humanas en todo ciclo escolar (desde prekinder). Ésta ha demostrado una y otra vez ser un tremendo factor protector: en prevención, y en la detección temprana o develación de abusos sexuales (aquí una experiencia cercana y reciente ), así como para la salud y bienestar de niños y adolescentes en doble tiempo, presente y futuro.

En Chile, las ausencias formativas en sexualidad humana se han reflejado, por ejemplo, en un aumento alarmante del VIH en la última década. Afortunadamente, al fin se está discutiendo un proyecto de ley para establecer bases comunes en la materia, pensando en todos los establecimientos educacionales. Algo que sin duda deberíamos recibir como una buena noticia.

El derecho a información vital para la salud, bienestar, autocuidado y cuidado, desarrollo del consentimiento, etc., es un derecho de los niños, niñas y adolescentes, y desde nosotros, un acto de cuidado ético, de amor, de celebración de sus vidas, de transmisión de un sentido de maravilla, también.

La relación dependiente de la infancia-adolescencia con el mundo adulto es inexorable, y también lo es la asimetría de poder y disparidad que entraña. No necesitamos propuestas regresivas ni opresivas que arriesguen aumentar peligros, desventajas, trasgresiones y soledades para los niños y los jóvenes.

Lo que sí necesitamos es observar, decidir cómo podemos habitar las asimetrías inevitables, en nuestros vínculos de cuidado, para que además de honrar imperativos de protección, podamos acompañar y apoyar el crecimiento y desarrollo pleno de cada humano niño, niña. Una trayectoria que, por supuesto, integra aprendizajes progresivos –según cada edad- en responsabilidades, autonomías, deberes, mutualidades en el respeto, cuidado relacional, que son indispensables en la construcción de nuestra humana convivencia.

Mi cuerpo es un regalo, de V. Jackson
Ilustraciones de Marianela Frank.