La ética del cuidado en la infancia, un problema ignorado en el debate público

Autora de libros como “Agua fresca en los espejos” y “Mi cuerpo es un regalo”, la psicóloga Vinka Jackson ha trabajado extensamente desde su profesión sobre el cuidado y prevención del abuso sexual en niños y niñas. Sin embargo, no es un tema discutido públicamente y en el cual las ciencias sociales “tienen mucho que aportar”, según Jackson.

El último periodo de la dictadura marcó el ingreso de la psicóloga, escritora y activista por los derechos de la infancia, Vinka Jackson (47), a la Escuela de Psicología de la Universidad de Chile. Optó por la casa de estudios porque “desde donde yo podía ver o intuir como adolescente, era más diversa e inclusiva en su estudiantado que las demás de esa época”, recuerda. Sus primeros años de estudio estuvieron marcados por activas movilizaciones y resistencias a la “pesadumbre y espanto de esa época. Crecimos mucho en esos afanes”, recuerda.

Mientras cursaba su tercer año de carrera, triunfó el No en el Plebiscito de 1988, y más tarde Patricio Aylwin asumió como primer presidente de la transición, por lo que los cambios ocurrieron después de su partida de la universidad. “La formación que recibí, en retrospectiva, fue versátil, y en algunas asignaturas, con ciertos maestros y maestras, enriquecedora y provocativa. Hablo no sólo de mi escuela, sino de sociología y antropología también, y de muchos ramos de los cuales pudimos beneficiarnos como oyentes”, comenta.

Vinka Jackson es discípula de Carol Gilligan, Psicóloga Social de la Universidad de Harvard, quien destaca por ser pionera en la ética del cuidado. Jackson se ha dedicado y especializado en la prevención y tratamiento del abuso sexual infantil (ASI). Paralelamente, desarrolla actividades de orientación y educación en afectividad, sexualidad y relaciones humanas en comunidades educativas. Entre sus publicaciones, se cuentan el libro autobiográfico “Agua fresca en los espejos”, “Mi cuerpo es un regalo” y “Tod@s junt@s”, que será presentado el jueves 28 de mayo en la Fundación Cultural de Providencia.

Extender los conocimientos a la comunidad

-¿Cómo se ha desarrollado su vocación profesional por la psicología?

Yo creo que quizás la conclusión interna más importante es que dentro de la Facultad de Ciencias Sociales, miraba con enorme admiración y casi con poca autoestima a sociólogos y antropólogos en tanto estaban pensando la sociedad, mientras que los psicólogos la miraban de otra manera. Por eso, la psicología social resultaba tan interesante y te convocaba.

Pero, luego me percaté que el para qué de las cosas es la pregunta más importante que te puedes hacer en todo. A lo largo de los años, se me reveló que la vocación profesional vinculada a las ciencias sociales era tan relevante como si hubiese elegido estudiar medicina porque en esto del para qué de las cosas, la medicina tiene un para qué muy evidente y cotidiano. Eso, lo empiezas a ver más claro conforme creces, que tu carrera o área de estudios no es separable y es parte de un tejido mucho mayor donde todo incide en el vivir mejor.

-¿De qué manera han incidido las ciencias sociales en el análisis de temas contingentes como los derechos de la infancia, problema que has abordado constantemente en tus libros?

Es bien exacto el momento en que estamos viviendo. Yo siento que ha habido, y de parte no sólo de las ciencias sociales, sino que de las humanidades en general mucha contribución en este tramo, desde el cómo o porqué se origina una serie de dolencias y fallas o sufrimientos, en un sentido ético y social. Hay una sensación de malestar que va mucho más allá de la indignación y del grito, yo creo que nos sentimos apesadumbrados en este minuto. Ha habido conductas de la clase política o de las élites que nos han hecho mal de salud.

Ahora, he sentido nostalgia de verdad y, tal vez en una lógica muy práctica y cotidiana -y en eso la maternidad a uno la determina bastante- de cómo vamos a salir de esto: pensar el ahora y el mañana. Extraño también las voces provenientes de los cientistas sociales para señalar cómo caminamos, qué de nuestra experiencia recogemos, de qué manera hacemos justicia y nos perdonamos en distintos grados. Se usa mucho la frase de que todos somos responsables. Yo creo que sí la responsabilidad es compartida porque incluso no responder y no actuar muchas veces es una forma de respuesta.

A partir de las primarias estuve haciendo campaña para no votar desinformadamente. Creo que un tema álgido es la situación de la niñez: los niños no tienen votos, poseen una voz muy limitada, carecen de incidencia económica, por tanto en una elección no están visibles. ¿Quiénes hacemos sus voces visibles? Los adultos y si estoy compartiendo con niños con mayor razón estoy votando doble o triple.

A mí me parte el alma que no se acostumbre preguntar a niños(as) cómo te gustaría o qué te gustaría hacer. Es una interrogante que les hacemos pocas veces, y yo creo que ahí las ciencias sociales tienen algo tremendo donde aportar y desde otro lugar.

-Sobre modificar el ahora y el mañana en nuestra sociedad en temas como, por ejemplo, los relativos a infancia, ¿qué postura debieran adoptar las ciencias sociales?

Si las ciencias sociales pueden ayudar a que se canalice o despierte lo que sabemos y hacernos conscientes de todo lo que sabemos y plasmarlo en palabras y acciones, sería un tremendo salto.

Me ha gustado mucho conocer a profesionales jóvenes, es en ellos donde he visto señas esperanzadoras de, por ejemplo, esto que comentaba de humanizar o aterrizar el lenguaje de otra manera para que todos podamos conversar de ciencias sociales.

Cuando uno habla de cambiar el mundo suena utópico pero no, cada quien puede tener una propia agenda de cambios del mundo, mundos más chiquitos, mundos más grandes, y lo que una democracia, gobierno o todos en un país podríamos aspirar es a que la vida sea mejor y eso requiere cuidado, cuidados bien particulares que se expresan en leyes, actitudes y cambios culturales profundos. En este sentido, nuestra voz, como la de otras ciencias no se ha aprovechado al máximo todavía.

Con todo el entusiasmo que me provoca ver los cambios de mi propia escuela en la Chile, todavía tengo la añoranza y, para eso, pido a la academia en general que podamos interactuar, particularmente, con niños(as) y actualizar el currículum de enseñanza para integrar temas que tienen que ver con el cuidado y la prevención del abuso sexual infantil.

Es maravilloso tener la posibilidad de escribir un paper para la academia y desarrollar investigaciones que cambien el curso de la humanidad en las sociedades. No obstante, no nos perdamos con las tareas cotidianas. Sin perder los horizontes mayores -porque hay que soñar en grande y proponerse metas importantes- no hay que perder de vista aquellos espacios más pequeños donde de repente la semilla crece mucho más grande. Un proyecto de seis meses termina generando, por ejemplo, un cambio de estructura mental o de actitudes en alguna comunidad específica.

Carolina Escobar, periodista Facultad de Ciencias Sociales.

Publicado en Facultad de Ciencias Sociales de la Universaidad de Chile (FLACSO) 14/05/2015