Especialista explica por qué no se debe obligar a los niños a dar besos y abrazos

De entrevista de V.Jackson a BioBio (con extensión contenidos).

“¡Déle un besito a la tía, no sea pesadito!”. ¿Cuántas veces has escuchado o incluso dicho esta frase a un niño que se niega a entrar en contacto físico con otra persona? Pese a que la mayoría de los adultos que alguna vez dijeron estas palabras sólo querían ser cordiales, es probable que no tengan conciencia de la importancia de respetar los espacios y conductas de los pequeños, incluso en situaciones como la descrita.  BioBioChile conversó con la madre, psicóloga experta en cuidado ético y autora del libro para niños “Mi cuerpo es un regalo”, Vinka Jackson, sobre el respeto a las decisiones de los menores en esta materia, y la importancia de criarlos sin miedo a negarse cuando una situación no les parece cómoda.

¿Por qué no es recomendable insistir u obligar a los niños a dar muestras de cariño a otras personas cuando manifiestan expresamente que no quieren?

“Para los niños es fundamental aprender sobre sus preferencias y sus límites, y esto no sólo es para el cuidado y autocuidado durante la niñez, sino que es la base para todo el desarrollo y ejercicio del consentimiento y la libertad en años de la juventud y adultez”, explicó Jackson.

A ello, agregó que el proceso de aprendizaje sobre cómo vincularse con los demás, no es muy distinto de aprender a caminar o a leer: son procesos que toman tiempo, van paso a paso. Por lo tanto, los niños tienen derecho a que sus ritmos sean respetados y a saber que pueden expresarse, elegir de qué forma prefieren vincularse con los adultos y también con otros niños. Los saludos son parte de ese aprendizaje

¿Deben los niños decidir cómo relacionarse y expresar su afecto o cordialidad al resto de las personas?

“Sí. A nosotros los grandes, nadie podría o debería obligarnos a besar o abrazar a alguien si no queremos. El mismo respeto merecen los niños”, enfatizó la psicóloga.

Jackson explicó que el rol de los adultos es “cuidar y estimular a los niños y niñas a que ell@s vayan encontrando su “medida justa” o su estilo, para saludar, demostrar afecto, cómo se vinculan, con quiénes, y cuándo. Por lo tanto, los padres pueden proponerles un abanico de posibilidades, por ejemplo, sólo decir hola con la manito o a dar abrazos cuando así lo sientan.

“Y en esto necesitamos apoyarnos todos. Es fundamental contarle a la familia extendida, amistades, el señor del almacén, l@s educadores, a medio mundo, en qué estamos con nuestros niños. Tal cual participamos con el “por favor y gracias”, podemos hacer que otros comprendan y ojalá nos ayuden a enseñar que hay distintas formas de saludar para los niños, y que no podemos forzarlos”.

Por lo mismo, es fundamental tratar con respeto a los niños, preguntándoles previamente “¿Cómo quieres saludar al abuelo?” o “¿Me quieres dar un abrazo ahora o mejor después?”, por ejemplo.

Jackson identificó estas frases y otras afines, como un “tremendo regalo” que se hace a los pequeños, a su desarrollo y a la relación soberana con sus cuerpos, y su espacio físico. Esto último siempre en dos tiempos: centrados en su presente, y también pensando en su bienestar futuro.

Cuando los padres insisten en que sus hijos muestren afecto a terceros sin su consentimiento, ¿están propiciando instancias de abusos posteriores?

Ante esta interrogante, la autora de “Mi cuerpo es un regalo” insistió en que los padres que alguna vez han tenido estas conductas no deben desesperarse, sino reflexionar acerca de cómo respetan el derecho a decidir – en este aspecto- de los más pequeños.

“Muchas mamás y papás conminan a los niños a saludar de cierta forma porque también hay una necesidad hasta de especie, que se mueve en lo profundo de todos nosotros: ¿si no estuviéramos, quién querría y cuidaría a nuestros hijos? Pero también, ojo, está la presión del medio, los juicios a la crianza de una mamá o papá: si su hijo no saluda quizás no faltará quien diga que el niño es “antisocial, poco sociable”. He escuchado a adultos decir de algunos niños que éstos son “hoscos” y no, no es eso: los niños pueden ser perfectamente cordiales y decir buenos días/tardes/noches pero no es mandatario dar besos a medio mundo. No debería ser.

Las formas de expresar simpatía, afecto, confianza, y también de saludar, algo tan sencillo, todo eso toma tiempo para encontrar su punto justo, y es distinta para distintas personas, y hasta en distintos días, inclusive. ¿A quién no le ha pasado que hay cumpleaños donde no tenemos ganas de despedirnos uno por uno de todo los invitados y en cambio, hacemos una seña general de adiós?”.

La especialista añadió que: “no es recomendable en lo absoluto, que los grandes entreguemos el mensaje de que podemos obligar o forzar la relación física de los niños, no sólo porque es un factor que desprotege, sino porque se abre un flanco donde el niño puede asimilar que no tiene derechos, que tiene que someterse, que no puede elegir, o que tiene que ‘ceder’ por obediencia o por los motivos que sean -y proyectemos eso a la adolescencia, con los pares, o a la adultez, en distintas relaciones-. En definitiva, el riesgo es que aprenda que su cuerpo no es del todo suyo y que debe hacer lo que los adultos, u otros, ordenen sin posibilidad de cuestionarlo”.

Y agrega “también necesitamos ser muy explícitos en esto de ‘hay que hacerle caso a los adultos’, y dejar espacio para la excepción. Porque no son TODOS los adultos ni en todas las situaciones”.

Jackson también enfatizó que a los niños se les debe criar desde el cariño y respeto a sus cuerpos, conociendo su maravilla, “escuchando” lo que dicen esos cuerpos, por ejemplo, al sentir hambre, o sed, o cansancio, y permitiendo reconocer y explorar límites y preferencias en cómo se expresan. Necesitan también saber que tienen derecho a decir “no”, a preguntar, a expresar su bienestar o malestar. Esto último es una tremenda protección y algo que además ayudará a construir su autoestima y auto-confianza hasta adultos.

¿Qué cuidados deben tener los padres con niños que son muy efusivos y afectuosos con facilidad frente a desconocidos?

La psicóloga precisó que los niños son todos distintos y únicos. Es decir, algunos serán más expresivos físicamente, otros en lo verbal, y otros más reservados. Y también cada familia es única, diversa, con su propia identidad y dinámicas.

En este contexto, la profesional propone una recomendación pensando en cada niño y tomando en cuenta las diferencias en la crianza de cada familia. Ésta consiste en dar espacio a los pequeños y alentarlos en el ejercicio de su derecho a  poder expresar sensaciones de bienestar, afecto, comodidad (o sus contrarios), cada emoción, y junto a los mayores, ir aprendiendo también de autorespeto y autocuidado, y de nuestras formas de relación con los demás.

“Los niños nos están mirando todo el tiempo, aprendiendo de nosotros. Cómo tratamos a las personas que amamos, o con las que interactuamos en distintos espacios; cómo nos tratamos a nosotros mismos -de qué forma nos referimos a nuestros propios cuerpos, o a nuestras cualidades y defectos- es algo que los chiquitos asimilan. Lo hacen propio, y lo replican. Un tema, por ejemplo, en que hay que reflexionar, es el de los besos en la boca con papás y mamás, o con otros parientes.

Para algunas familias, esos besos pertenecen al territorio exclusivo de la pareja -yo concuerdo- y para otras, es parte de su dinámica afectiva con los niños. Hay que reflexionar sobre el sentido de estos besos, y comprender que aunque se advierta a un niño o niña “esto es sólo en la casa o sólo con la mamá o papá”, de todos modos puede trasladarlo a otros entornos y besar en la boca a sus pares -muchos de los cuales vienen de hogares donde esto no se usa- y también a adult@s por quienes sienten afecto. No es una distinción fácil para los más pequeños, y da lugar a confusiones, lo veo frecuentemente en mi trabajo, y a veces, con consecuencias lamentables”.

La psicóloga afirma que un suelo esencial, vital, es conversarles a l@s niñ@s sobre sus derechos, e incluir como uno, el de ir eligiendo su forma de relación, de distancia/cercanía con los demás. Y usar cada oportunidad para practicar estas pequeñas elecciones. Es importante, insiste Jackson, pedir a familia, educadores y conocidos que participen de esas dinámicas.

La escritora también sugiere “que nos acostumbremos todos los grandes a preguntar a los niños ¿cómo prefieres saludar?, ¿quieres que conversemos ahora o después?. Los ahora-después son muy útiles, así como el validar los ‘sí’ y los ‘no’, escuchando, dándoles un peso igual. Esto en el contexto del respeto mutuo, entre grandes a chicos, y viceversa. El respeto jamás será equivalente a sometimiento. Al contrario, es un suelo que permite apreciar la dignidad de cada quien chiquito o grande, sentirse valorado, y construir otra convivencia basada en el cuidado, en la empatía”.

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