Diversidad sexual y la nueva generación: ¿Cómo hablamos con nuestros niños de 4 a 7 años? (Parte II)

Volver sobre la huella de nuestras palabras y actitudes: el mayor gesto amoroso con nuestros niños es cuidarlos de juicios y prejuicios, de rechazos e intolerancias. La educación para la paz, de la que mucho se habla en estos tiempos, depende de nuestra guía a la nueva generación en el reconocimiento y aceptación de la diversidad que somos.

Ya comenzamos a recorrer la etapa de los 4-7 años. Nuestros niños preguntan más sobre todo tema, incluidos la sexualidad y reproducción, las relaciones humanas. Reiteramos lo señalado en la 1ª Parte (ver post):es muy importante que conozcamos los estándares de conductas esperables en relación al desarrollo de la corporalidad y sexualidad infantil.

Asimismo, es necesario observar las interacciones y actividad lúdica entre los niños –de todo tipo, incluida aquella con “características sexuales” (aunque para los niños no tenga ese significado)- reforzando el autocuidado y buenos tratos, el respeto a los Sí, No y los límites personales y sociales, de “niños” y de “adultos”.

Seamos muy conscientes del impacto que podemos tener en nuestros hijos. Para ellos no es una preocupación jugar, vestirse o ser de una manera u otra. Exploran su mundo, reconocen sus gustos y habilidades también, y el juicio adulto sobre lo que es “de niñas, o femenino”, o “de niños, o masculino”, puede actuar como un inhibidor y hasta un factor de ansiedad para los pequeños. Conversemos entre padres/madres sobre los estereotipos y cómo nos pueden afectar.

Mientras los niños y niñas son guiados por nosotros en los buenos tratos, el respeto a los demás, normas de convivencia, etc., prodiguemos espacio para explorar y expresar sus formas de ser. Perdón por la insistencia en estos puntos pero hay pilares esenciales de la identidad levantándose durante estos años y merecen el mayor cuidado. Una forma de cuidar es la educación no sexista.

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¿Soy gay, puedo ser gay, cómo soy?

Algo que debe llamar nuestra atención es la frecuencia con que los niños/as, debido a presiones del mundo adulto, están preguntando si son o serán “gay”, en función de si hacen o juegan a tal o cual cosa.

Recordemos que frente a la pregunta ¿qué es gay? (ver) la “respuesta suficiente” aborda familias donde hay dos papás o dos mamás, o distintas formas de amor, por ejemplo, entre dos hombres o dos mujeres (siempre “grandes”). Utilizamos la palabra “gay” por su uso frecuente y fácil retención para los niños. Si hay padres que observan mayor dominio lingüístico en sus hijos, pueden introducir las palabras “homosexual” y “lesbiana” aunque en mi experiencia pocos niños las usan antes de los 8 años.

Cuando a los niños les han dicho que “actúan como”, o que serán “gay”, y nos preguntan si es así, las recomendaciones son indagar qué entienden por “gay” y su connotación (positiva, neutral, negativa). Luego, reforzar una vez más que existen distintas formas de cariños, familia, parejas, etc., y gay es una de ellas (por ejemplo, recordemos que la más grande poetisa de nuestro país, Gabriela Mistral, era lesbiana).

Algunos padres quizás optarán por respuestas más categóricas, o bien por señalar que tal cual no sabemos si en el mañana seremos astronautas o dónde viviremos, hay formas de ser que toman su tiempo para expresarse. Recordemos que nuestras respuestas pueden ampliar o restringir el bienestar emocional de nuestros hijos y su confianza en sí mismos hacia el futuro.

No omitamos vincular estas preguntas de los niños con la posibilidad de que estén dando cuenta de otras inquietudes y sentimientos. Por ejemplo, consideremos que, aunque en una proporción estadística pequeña, existen niñ@s que no se sienten ni quieren ser tratados según su sexo biológico (ver). Quisiera compartir dos historias ocurridas en Chile.

Frente a presiones del medio, ha ocurrido que una pequeña de casi cinco años se corte solita el pelo y rompa su ropa para dejar clara su necesidad de ser tratada como niño; o que un niñito  hiera su pene para que sus padres entiendan que él se siente y es una “niña”. Es difícil imaginar cuánta angustia llegaron a sentir estos pequeños para actuar de esa forma. Una forma de acercarnos a lo compleja que puede ser para un niño/a esta experiencia –hecha de confusiones, rechazo, silencios- es la película “Ma vie en rose”, 1997 (en lo personal, aportó a la conversación con mi hija mayor, de entonces 10 años, y un compañero suyo y su mamá, ambos musulmanes, en torno al tema transgénero).

Ante situaciones como éstas, no contamos todavía con la mejor preparación en jardines y escuelas chilenas para acompañar a niños y sus familias, y al resto de la comunidad de alumnos y apoderados. Pese a nuestras limitaciones, podemos al menos contribuir evitando imposiciones a l@s niñ@s; abrir el diálogo en nuestra familias en torno a ¿y si fuera mi hij@?; e inclusive acercarnos, aunque no sea parte de nuestra realidad, a organizaciones donde podamos educarnos sobre estos temas y así ser agentes de contención y apoyo a niños y jóvenes en nuestras comunidades.

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Parejas, familias, y cómo vienen los hijos al mundo

¿Cómo nacen los niños?, ¿qué tienen que hacer el papá y la mamá?, ¿Qué es el sexo, eso “hace las guaguas”, es “rico”?, ¿si no hay un papá y una mamá, cómo puede haber hijos? Estas preguntas, y muchas más, han sido realizadas por niñ@s de 4 a 7 años. Para muchos padres con quienes nos encontramos en charlas, una dificultad adicional es integrar en sus respuestas,  la diversidad sexual.

Vamos paso a paso. A los 4,5 años está presente la noción del amor romántico en los niños y ellos comenzarán a preguntar si las personas “pololean”, “están enamoradas” o “casadas”, este último un concepto muy utilizado por los pequeños, aunque no lo vinculen a un status civil o religioso.

Para los niños, “casados/a” –y sólo pensemos en los finales de cuentos tradicionales- es estar juntos, vivir juntos, quererse. En cuanto a “pololear” o “enamorados”, los niños lo perciben desde formas de tomarse la mano, abrazarse, besar, o hacerse regalos especiales.

En relación a la diversidad sexual, si los niños han contado tempranamente con la presencia y cercanía de parejas homosexuales y/o familias homo/lesboparentales, posiblemente no hagan preguntas específicas: el amor será el amor, y todas las parejas iguales. Desde esa cercanía, muchos niños ni siquiera prestan atención o conocen la palabra “gay” u “homosexual” (y menos serán retenidos los conceptos de homo o lesboparentalidad, aunque vale que nosotros los conozcamos).

Si nuestros hijos van a conocer a una pareja gay, o bien la vieron en la calle (o en televisión), un mensaje adecuado sería: “Esas dos personas, o bien Marta y Carmen/Sebastián y Luis se quieren y están juntos igual que la mamá y el papá, o los abuelos, etc.”.  Esta afirmación es suficiente.

En columnas pasadas conversamos sobre nuestro criterio para la expresión pública de afecto en parejas adultas –sin distinciones de orientación sexual- frente a los niños (atentos a la tendencia infantil de imitar lo que ven). Esto es distinto al juicio, si existiera, sobre expresiones del amor homosexual. Si tenemos problemas sólo en este respecto, nuestros hijos lo notarán; y si juzgamos frente a ellos, se verán expuestos a integrar esos juicios y usarlos contra otros, o contra sí mismos, el día de mañana.

A los 4 años y posiblemente durante toda esta etapa, los niños observarán parejas (sin distinciones), y raramente tendrán interés en detalles sobre cómo se dan las interacciones físicas específicas entre adultos, o qué y cómo es una relación sexual entre éstos (por favor no nos adelantemos al ritmo de cada niño). Estas conversaciones son esperables en la etapa de los 8-12 años.

Entre los 4 y 7 años, surgirán más preguntas en torno al embarazo. En general, hasta los 5, 6 años l@s niñ@s podrían concebirlo de la siguiente forma: un puntito o célula crece por “largo tiempo” en el vientre (o guatita, panza) de la mamá –mientras se forman manos, ojos, corazón, pulmones, etc.- hasta que los pequeños seres humanos están completos y “salen” al mundo.

En ocasiones, serán los propios padres/madres quienes ante la pregunta ¿de dónde vienen las guaguas?, entreguen toda clase de detalles cuando quizás los pequeños de 4, 5 años se refieran sólo a la parte del cuerpo donde crecen los bebés. Dos videos muy lindos para esta edad son uno que muestra cómo aumenta el vientre durante el embarazo y cómo crece un niño durante su primer año de vida.

Del nacimiento, algunos niños lo asociarán al estómago -hayan o no nacido por cesárea- y/o la vagina si así se los han explicado o lo han observado (por ejemplo, con sus mascotas). Muchas niñas –y también niños- preguntarán si pueden embarazarse, o jugarán a ponerse cojines o peluches bajo la ropa, para imitar. Expliquemos que este proceso es sólo posible entre adultos.

Puede que los niños quieran jugar “al papá y la mamá” (a veces pasarán de jugar a “casarse” a la parentalidad instantánea, paseando un cochecito; y no olvido a dos pequeños que se tendían lado a lado sobre la cama, y sacaban de un costado una muñeca: ¡fuímos papás!). Pero será distinto el diseño y relato del juego según la cantidad de información disponible.

A los 6 años, y ante preguntas más detalladas de los niños, podría ser necesario explicar la reproducción a partir de la combinación o sumatoria de células –o las “semillas” o “huevitos”- del hombre y la mujer.  Una pregunta lógica que podría seguir es ¿y entonces cómo pueden tener hijos dos papás o dos mamás? Obviamente, de una forma distinta.

Los expertos recomiendan que hasta los 6, 7 años  –por capacidad de comprensión- la respuesta gire en torno a la adopción y se eviten –a no ser que sea estrictamente necesario- explicaciones sobre métodos de fertilidad asistida o “gestación surrogada” (ver resumen) que pueden ser confusas para los niños.

Somos conscientes de que como sociedad estamos evolucionando y existen opiniones distintas en relación al matrimonio igualitario y la adopción homoparental. Pero recordemos algunos argumentos ineludibles. El primero de ellos, la ética de la igualdad y el respeto.

Si formamos a nuestros hijos en la concepción de que todos los seres humanos son iguales ante la ley (y/o ante Dios), ¿cómo se explicaría que no todos tengamos igual derecho a casarnos y formar una familia? Aunque Chile vaya a paso lento en su evolución, a nivel internacional fue categórico el fallo de la CIDH (Corte Internacional de DDHH) en favor de la jueza Karen Atala y sus hijas. Un fallo que además de histórico, es inequívoco en su reconocimiento de igualdad a los padres y madres homosexuales, y a sus niños, y en la disculpa por el trato discriminatorio que han recibido.

En segundo lugar, las preguntas de nuestros hijos no están expresando interés –no a esta edad- por nuestras opiniones o éticas preferidas, sino por realidades que existen y ellos están conociendo. Más aún, si tienen compañeros con papás o mamás gay, es sólo natural que les interese saber cómo llegaron a ser una familia.

En cuanto a la adopción, el argumento del cuidado es imbatible: si existen niñ@s sin familias, y existen parejas (de hombres, mujeres, de hombre-mujer) dispuestas a dar amor y un hogar a est@s pequeñ@s, sólo puede ser algo positivo. Así lo ve una mayoría de los niños. Para los adultos, puede ser distinto y se plantean públicamente una serie de dudas sobre los posibles efectos de la crianza homo/lesboparental.

De modo categórico, y luego de décadas de investigación, la conclusión más importante (leer) es que el bienestar infantil y un óptimo desarrollo (en lo cognitivo, emocional, social) son posibles cuando los niños cuentan con el cuidado y afecto de una familia. Ésta puede estar formada por padres/madres solos, abuelos, parejas casadas o no, guardianes legales, sin distinción de orientaciones sexuales.

Existe un excelente resumen realizado por la psicóloga Janet Noseda sobre estudios de los últimos cincuenta años en familias homoparentales (por favor leer) que la Asociación Americana de Pediatría ha puesto a disposición íntegramente para conocimiento de todos (ver aquí, inglés).

Es necesario poner luz sobre mitos nocivos. Es infundada la creencia de que la crianza de padres/madres gay incidirá en la orientación sexual de los hijos, o tenga relación con posibles riesgos de abuso o pederastia. Lo que no es un mito es que la mayor dificultad para los hijos está dada por el bullying en la escuela, y por la discriminación y la injusticia en el trato a sus familias (de parte de una comunidad en particular, o de la sociedad toda cuando no reconoce iguales derechos a sus ciudadanos).

Ese sufrimiento de los niños es completamente evitable. De todos nosotros depende que lo sea. Por favor conozcamos esta historiaejemplar de dos mamás y su hija, que ojalá fuera la norma en una sociedad que cuida y es buena con todos sus ciudadanos.

Transitar etapas, como personas o como colectivos humanos no es sencillo, siempre queda por aprender y tendremos múltiples inquietudes. Pero desde nuestra responsabilidad de cuidar y guiar, informémonos primero, demos tiempo a la reflexión y orientemos a nuestros niños desde el respeto que esperamos ellos reciban siempre, durante toda su vida.

Una etapa determinante es la de los 8 a los 12 años (la pubertad, las preguntas más concretas sobre la sexualidad, el deseo, el amor, la identidad). De ella conversaremos en la próxima columna. Hasta entonces.